Me llamo Fatma Maasoud Taher y soy ciudadana saharaui, esposa del desaparecido Mohamed Said Abeid Chaaban. Éramos una familia de seis miembros. Una familia seminómada, como la mayoría de los saharauis de la época. Según las estaciones, vivíamos unas veces en la badia (campo) en busca de pastos para nuestro ganado y otras en nuestra casa en la localidad de LEBOUIRAT (sur de Marruecos). Desde luego, no podíamos nomadear como antes pero al menos teníamos un pequeño espacio de libertad propio que nos permitía vivir decentemente.
MARCHA NEGRA
La llegada de la Marcha Verde trastornó completamente nuestra vida. No es sin razón que nosotros la llamamos Marcha Negra. Mi marido fue obligado a participar en ella. En el momento en que la televisión marroquí hacía pasar a los participantes civiles de la marcha portando el Corn, miles de soldados armados hasta los dientes tomaron nuestra pequeña localidad, que se transformó de la noche a la mañana de una apacible ciudad del desierto en un verdadero cuartel. En la Badia, todos los nómadas eran sospechosos de colaborar con el Frente Polisario. Mujeres y hombres fueron heridos en su dignidad y en su propia piel. Mujeres fueron violadas y luego encarceladas. Personas de todas las edades fueron masacradas. Niños fueron privados de sus padres, sospechosos de colaboración con los combatientes saharauis, e incluso encarcelados con sus familias. Realmente, toda la población civil estaba en el blanco. Los relatos de los Kosovares me recuerdan extrañamente lo que nosotros vivimos durante esta época trgica.
El rapto:
Poco después de su regreso de la marcha negra, mi esposo fue secuestrado, en diciembre de 1975, por agentes de la Gendarmería Real. Estbamos solos en nuestra casa de Lebouirat (tres de nuestros hijos pudieron huir a tiempo y reunirse con el Frente Polisario). Tomando el tradicional té saharaui, discutíamos la situación. Mohamed Said estaba preocupado. No cesaba de repetir que esas gentes no respetaban nada. "Son peores que los cristianos que nos colonizaron", decía antes de añadir "que Dios nos ayude". De repente, alguien llama a la puerta. Tras la llegada de los militares, la gente que nos visitaba ya no se atrevía a hacerlo. "No puede tratarse ms que de los militares o de una persona en peligro", murmuró Mohamed Said. Tras un momento de vacilación, me decidí a ir a abrir. Apenas había entreabierto la puerta cuando tres agentes irrumpieron en la casa. "¿Dónde est Chaaban?", preguntó uno de ellos. Le respondí que se encontraba en el salón. El mismo soldado le pidió que les acompañara. Los otros dos registraron toda la casa. Confiscaron varios documentos y se llevaron a Mohamed Said. Sería la última vez que veía a mi marido.
Periodo de Soledad y de Aislamiento:
Tras la detención de Mohamed Said mi vida se transformó en un verdadero calvario. Bajo vigilancia constante, era frecuentemente hostigada, intimidada y, a menudo, amenazada con represalias. Durante los meses siguientes al rapto de mi esposo, nuestra casa fue cercada por la Gendarmería Real. El clima de terror que reinaba en la pequeña localidad de LEBOUIRAT era tan insoportable que no me atrevía a salir de mi casa. Ya no recibía visitas. En lo sucesivo, estaría sola frente a mi trgico destino.
Tras una semana estaba al límite de provisiones. Salí entonces para hacer compras al mercado. En la calle, reinaba un clima de terror sin precedentes. Las escasas personas que me crucé no osaban apenas levantar la cabeza para volver a agacharla enseguida. Incluso el tendero, de naturaleza muy alegre con sus clientes, se contentó con pesar lo que le pedí.
Mese ms tarde cesó la estrecha vigilancia de la Gendarmería. Poco a poco, recibía algunas visitas y podía ir a ver a la gente. Fue así como conocí la dramtica situación. Centenares de personas habían sido detenidas y llevadas a destino desconocido. Algunas de las personas liberadas afirmaban que la tortura era sistemtica en las crceles, lo que aumento aún ms mi angustia. ¿Qué hacer para conocer la situación de mi esposo?, ¿Seguir con vida?, ¿Estar enfermo?, ¿Comer cuando tenga hambre?. No paraba de repetirme las mismas preguntas día y noche.
Primeras tentativas de búsqueda:
Tras tres años de espera en la angustia y en el miedo, me decidí a hacer algo para conocer la suerte de mi marido. En un primer momento, tomé contacto con algunas familias afectadas por el mismo drama. Tampoco ellas sabían nada ms que yo. Estbamos de acuerdo en que era el momento de actuar. Había que emprender rpidamente trmite ante las autoridades marroquíes para inquirir sobre la suerte de nuestros parientes. Así fue como nos presentamos en las oficinas de las autoridades de LEBOUIRAT. Tras averiguar el objetivo de nuestra visita, el Caid intentó primero calmarnos diciéndonos que si nuestros parientes habían sido llevados por las fuerzas reales, estaban en buenas manos y que las autoridades de su majestad tendrían buen cuidado de que fuesen bien tratados. Ante nuestra insistencia en verlos, en tener noticias suyas, el Caid se tornó de pronto nervioso y amenazante. "Cuidado, juegan con fuego", advirtió él, para luego añadir "Vuelvan a sus casas y no hablen de esto con nadie, si no, ya saben lo que les espera". Comprendimos bien el mensaje, por lo que nos dimos cuenta que toda búsqueda en dirección a las autoridades marroquíes estaba condenada al fracaso, adems de los peligros que ello comportaba. Ahora, hacían falta otras vías y medios capaces de permitirnos encontrar a nuestros parientes. Fue así como tomamos contacto con la organización interna del Frente Polisario, que nos prometió transmitir nuestra demanda a la Media Luna Roja Saharaui. Algunos meses ms tarde, un responsable de la organización nos informó de que nuestro dossier se encontraba en manos de las organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos.
Reaparición de detenidos-desaparecidos:
Los años pasaban sin que nada cambiara. Cada año nuevas detenciones son efectuadas. Algunas de las personas arrestadas desaparecen. Hacia finales de los años 80, comienzan a circular rumores. Los detenidos-desaparecidos saharauis se encontrarían en centros secretos de la región de Ouarzazat, en el sudeste de Marruecos. Fue en este periodo cuando una militante de derechos humanos descubrió el siniestro presidio de Tazmamart. Las presiones internacionales sobre el régimen marroquí se acentuaron. Los resultados de las campañas internacionales comenzaron a dar fruto. A partir de 1989, incluso siendo siempre la tortura sistemtica, al menos la mayoría de las personas detenidas fueron a menudo liberadas. Sin embargo, habría que esperar hasta 1991 para que ms de 300 detenidos-desaparecidos saharauis fueran liberados. Las familias volvieron a tener esperanza. Cuando supe la noticia no pude contener las lgrimas. Me apresuré en pedir noticias de mi marido. Los supervivientes de Kalaat M´Gouna (centro secreto) me informaron que Mohamed Said Abeid Chaaban había muerto el 27/08/1977 en Agdez. La pesadumbre se mezcló con el alivio por esta trgica noticia. Fue la primera vez que tuve noticias de él. Estaba triste, pero al mismo tiempo me sentía aliviada al saber que no sufría, que ya no era torturado...
Ahora que Mohamed Said ha fallecido, yo pensaba que las autoridades ya no tendrían razón para denegarme que yo recogiera sus restos mortales para que yo pudiera rendirle un último homenaje. Pensaba ingenuamente que me iban a expedir un certificado de defunción. Sin embargo, cuando me presenté de nuevo, en compañía de otras mujeres, ante las autoridades marroquíes éstas se contentaron con negar estas informaciones. Nos pidieron que fueran allí las personas que nos habían dicho tales mentiras y nos amenazaron con represalias si continubamos abusando de la paciencia de las autoridades que nos alimentaban.
Ante esta situación, decidí huir de los territorios ocupados. Tras varias tentativas pude procurarme un pasaporte y salir a través de Mauritania. Ahora estoy con los míos en los campamentos de refugiados saharauis, lejos de toda intimidación. Aprovecho esta ocasión para lanzar un llamamiento a la comunidad internacional, a las instancias y organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos para que se movilicen y recuperemos nuestros derechos legítimos y nuestra dignidad.
Daira de Techla, 27 de Junio de 1999.
Asociación de Familiares
de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA)
Campamentos de Refugiados Saharauis
B.P. 12, Tindouf (ARGELIA)
Telf / fax: ++213 792 15 68