Ahmed Mulay-Ali
El horrible
jueves 11-M, volvíamos a Madrid en un autobús en el que
seguíamos las horribles noticias de la catástrofe por
la radio.
Llegué a casa al medio día, y cuando encendí la
televisión, me desmoroné. Con la radio estaba aturdido,
perdido, pero los imágenes me llevaron a lo más. Me
derrumbé en el sofá, disuelto, sin razón, sin
explicación. Esto no tiene explicación.
Lloraba y lloraba..., impotente con los cinco sentidos conectados a
la pantalla. Imágenes, gritos, lágrimas, sangre y
sonido de sirenas.
Al cabo de un larguísimo rato reaccioné, porque me
llamó la atención la otra extraordinaria cara de la
situación. La actuación solidaria, humana de la
ciudadanía madrileña. Actos, ayudas, gestos, miradas,
una entrega total que, para mi, no habrá vocabulario capaz de
describirla.
Mi materia gris se movió. Mis pupilas giraron y mis
párpados temblaron. Es la segunda vez que lloro así, la
segunda vez que me encuentro emocional y psicológicamente
así. Tan mal.
La mente - como aquel que suba a una maquina del tiempo para ir a
otro lugar - abrió su fichero, y en la trayectoria de mi
mirada hacia esas aterradoras imágenes aparecieron otros 11-M,
18-F, 23F, 14-E..., y varios más. No eran ciudades, ni trenes,
si no unos cientos de tiendas en que vivían miles de mujeres,
niños y ancianos.
Era un día soleado. El campamento estaban con cierta
tranquilidad ese día, aunque se esperaba que todos los
días alguna familia o personas lograran escapar de la
trágica red del ejercito marroquí que cercaba las
ciudades.
Algunas mujeres ordeñaban las cabras, varios ancianos rezaban
pidiendo a Dios que les ayudase a volver pronto a sus casas y unos
niños jugaban entre las acacias. Los únicos hombres,
que no llegaban a quince, estaban descargando sacos de harina y arroz
de un camión que llegó a noche con la intención
de distribuirlos al medio día.
De repente se oyó un sonido brusco, extraño, que
jamás se le había oído. La gente salió
para ver lo que era y no se esperó descifrar la
incógnita: dos aviones marroquíes bajaban en picado, al
parecer para garantizar la puntería, y ejecutaron las ordenes
de "Amir el muminin" Hasan II: vaciar sus bombas de NAPALM sobre las
tiendas con un objetivo: aniquilación. Fue horrible.
En la televisión se me mezclaron madrileños y
saharauis. Era exactamente el mismo espanto, la misma
catástrofe, con la única diferencia de que las bombas
aquí se explotaban desde abajo y allí descendían
del cielo.
Fue un caos. Las mujeres corrían en busca de sus hijos y los
ancianos aturdidos sin saber que hacer. Los pocos enfermeros, que
entre ellos había españoles voluntarios e indignados
por la compra-venta que hicieron sus políticos con el pueblo
saharaui, intentaban socorrer con los poquitos medicamentos que
tenían. Muertos, heridos trozos de seres humanos,
sangre...GENOCIDIO.
Una de las
extraordinarias chicas españolas cayó herida con lo
cual se fusionó la sangre de los dos pueblos....por culpa de
bombas y a consecuencia de sucios intereses políticos.
¿Os imagináis colegas ciudadanos madrileños la
atrocidad del crimen?
No había teléfonos. Ni Samur o bomberos. No
había medios de comunicación para movilizar la
opinión publica. El centro medico más cercano estaba a
más de 200 kilómetros.
Fueron fechas negras que quedaron grabadas en la mente colectiva
saharaui, junto con muchos españoles amantes de la justicia.
Esta tremenda atrocidad que está viviendo el mundo entero, la
experimentó todo un pueblo en carne y hueso. Claro, no hay que
olvidar que la festejaron varios pilotos marroquíes, juntos
con alguien en Rabat al que le presentaron su informe acerca del
éxito de la matanza.
Nadie como el pueblo saharaui entiende la tragedia que viven los
hermanos madrileños en estos días, debido a las
secuelas de aquello, que sucedió hace 28 años, y que
no debe tener nombre en el lenguaje humano.
Ante todo esto, quiero hacer un llamamiento a la ciudadanía hermana en todos los rincones de España, en estos momentos en los que está utilizando lo mejor de sus sentimientos como seres humanos y aplicando la más alta calidad de la solidaridad, para que se acuerde de sus otros hermanos saharauis. Ese otro hermano machacado, torturado y obligado a vivir fuera de su tierra, por el régimen Alaui, que según algunas notas informativas, fue quien abrió la humilde sociedad marroquí a las escuelas integristas saudíes, en las que se formaron los causantes de las atrocidades del 11-M, a cambio de millones de dólares que necesitaba para hacer desaparecer nuestro pueblo, aunque no logró del todo gracias en parte, a vuestra solidaridad.
Nuestro pueblo no puede salir a gritar a la calle. ¿Y para que sirve salir en el desierto a manifestarse y a gritar?.
Vosotros si. Lo sucedido en Madrid demanda y exige a los políticos &endash; responsables de todo esto &endash; una reflexión acerca de la urgencia e inmediata aplicación del Derecho Internacional en nuestro globo. Pero particularmente, obliga por ética y moral, a la opinión publica española y sobre todo a sus políticos, a comprometerse a solucionar el problema de la colonia que, quieran o no, seguirá formando parte de sus responsabilidades hasta que se aplique el principio de autodeterminación. Aquel compromiso de su Majestad el Rey y el señor Felipe González en sus visitas a los saharauis.
Finalmente,
quiero recalcar, llamar la atención a algo muy grave, en mi
opinión:
El no tomar las medidas necesarias para solucionar de forma justa y
duradera el contencioso saharaui generará, en un futuro no muy
lejano, magnos problemas en la sociedad marroquí. El trono
Alaui sigue gastando millones de dólares en conservar el muro
de la vergüenza que separa a cientos de familias saharauis, en
el mantenimiento de la seguridad en las zonas ocupadas de nuestro
país, en el gasto de una política social de la que solo
ganan los corruptos, añadiendo a esto el sesenta por ciento de
la riqueza que va al lucro del rey y varias familias. Todo esto
profundizará la miseria, que mezclada con la
desesperación reflejada en las pateras y el fanatismo,
traerá como consecuencia explosiones sociales peligrosas para
toda la zona del mediterráneo.
Por otra
parte, todo esto, podría llevar una fracción de la
opinión saharaui a la desconfianza que empieza a surgir en las
Naciones Unidas y al deseo de volver a una guerra que no beneficia a
nadie.
Sigo viendo la televisión en la que ahora se mezclan en ella
ante mis ojos, muchas imágenes: Madrid, Campamentos saharauis,
Casa Blanca, Torres gemelas y muchísimos puntos.
Lloré dos veces de horror y dolor: Una, hace veinte y ocho
años a mi pueblo Tifariti, Guelta y Um Dreiga, y la otra en
estos días aquí, a mi segundo pueblo:
Madrid.
¡Todo por culpa de esa "alfombra" llamada política y los intereses que se calculan por debajo de ella conscientemente ocultados!
¡Malditas alfombras!.
DERECHO, PAZ, JUSTICIA, BASTA, NO A LAS GUERRAS, DEMOCRACIA..., Y A TODO LO QUE RECLAMAN LOS CIUDADANOS...LO ASUMO.
Madrid, 11- MAhmed Mulay-Ali
UN SAHARAUI
bazahmed@terra.es