En un escrito anterior, nos referimos a un acto terrorista de
antaño y desgraciadamente, hoy, nos vemos obligados a hacer
referencia a acciones terroristas de hogaño cuyo olor a
pólvora todavía nos irrita el olfato. Evidentemente, nos
referimos a los últimos atentados islamistas perpetrados en
Marruecos los días 11 de marzo y 10 de abril. La fecha del
primero, suponemos, debe de ser una casualidad más... aunque a
uno siempre le rondan ideas por la mollera. En todo caso, no conviene
olvidar que las autoridades alauitas están haciendo
malabarismos con el fin de evitar el inminente tsunami islamista en
Marruecos. Sin embargo, las medidas adoptadas por el Majzén
alauita no sólo carecen de eficacia a la hora de erradicar el
problema sino que, desafortunadamente y a la larga, lo agravan
todavía más si cabe. Pues, por un lado, están
llevando a cabo una campaña feroz contra todo sospechoso de
islamista o vecino del mismo, campaña basada en la caza del
mosquito a cañonazo limpio y que bien podríamos denominar
Todos a la cárcel y, por otro, han rediseñado las
circunscripciones electorales para anular el empuje islamista en las
próximas elecciones. Esta última operación
claramente antidemocrática levantó la ira de Saadedin
Otmani, secretario general del PJD, única formación
islamista legal en Marruecos, quien denunció que “el nuevo
recorte electoral no está inspirado en normas
democráticas y objetivas y constituye una violación del
principio de igualdad entre los ciudadanos”. Y no le falta razón
al hombre pero sabiendo lo que sabemos del miramamolín alauita
es obvio, como acertadamente dice Ahmed Benchemsi, director del
semanario Tel Quel, que “Marruecos es una monarquía absoluta de
derecho divino (...) y es en palacio real y no en otro lugar
[Parlamento] donde se decide el ritmo y las modalidades del desarrollo,
si es que hay desarrollo”.
Y claro, muchos se preguntarán cuáles son los mecanismos que hay que adoptar para lograr una solución a tan grave problema como lo es el terrorismo islamista en Marruecos. La respuesta, en sí, es sencilla y razonable aunque su puesta en práctica sea algo más complejo y necesite una inversión de mucho esfuerzo y sacrificio. Para empezar, se debe instaurar el respeto del derecho internacional y de los acuerdos firmados por el Reino de Marruecos, lo que pasa obligatoriamente por la celebración de un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos, sin olvidar el reconocimiento de las fronteras actuales con España y Argelia así como el cierre absoluto del dossier mauritano. Aunque parezca increíble, todavía sigue arraigada en el seno del Majzén marroquí la idea de que Mauritania es una parte integrante de Marruecos. Después, en el plano interior, llevar a cabo una democratización real en el seno de todas las componentes estatales. Para ese menester, además de la lógica separación real y efectiva de poderes, bien podría servir la última maniobra dilatoria marroquí basada en la política pueril de otorgar una autonomía al Sáhara Occidental y, en vez de otorgar una autonomía a un territorio que no es suyo, Marruecos podría proveer a algunas de sus regiones de esa misma autonomía tan cacareada en los últimos meses. Sobre todo para el caso de la zona norte, la del Rif, cuya singularidad es mucho más diferencial y donde las reivindicaciones sociopolíticas están mucho más consolidadas que en el resto del país. De esta manera, Marruecos contrarrestaría el auge islamista que se nutre fundamentalmente de la total ausencia de democracia y del no respeto de los derechos humanos más básicos. No olvidemos que el grueso de la ofensiva ideológica islamista en Marruecos tiene como objetivo tres ejes esenciales que conforman el talón de Aquiles del Majzén marroquí: inexistencia del respeto al individuo por parte de las instituciones estatales (represión, tortura, humillación y chantaje son el pan de cada día); corrupción crónica cuyos tentáculos alcanzan límites insospechables y la omnipotencia de un rey que lleva las riendas del país como si fuera una granja de propiedad propia. En este sentido, quienquiera que prometa librar al pueblo marroquí de este azote tridente se habrá ganado, de una u otra manera, la simpatía de los marroquíes. Y no digamos nada de lo que pasaría si lo logra.
Por algo
será que los sondeos publicados en 2006 sacan a la luz un dato
muy esclarecedor: nada menos que el 47% de los marroquíes piensa
votar al partido islamista legalizado Partido de la Justicia y el
Desarrollo en las próximas elecciones. Si además
añadimos que la principal fuerza islamista, la todopoderosa
Caridad y Justicia del jeque Yassín, todavía no ha
entrado en el juego electoral por negarse a reconocerle la calidad de
Comendador de los Creyentes al miramamolín de Marruecos,
estaremos ante un escenario poco esperanzador para la paz y la
estabilidad en todo el panorama marroquí. El cóctel
sociopolítico y religioso está servido y la espiral
terrorista marroquí no ha hecho más que empezar.
Canarias 25 de Abril de 2007
Manuel de Paz Sanchez…..ULL
Sergio Ramirez Galindo…...ULPGC
Larosi Haidar……………….UGR
Carlos Ruiz de Miguel……...USC