A la pregunta, de formulación muy poco elegante por cierto, sobre si son incompatibles la autonomía y el referéndum en el Sahara, Bernabé apenas le dedica unas escasas cuatro líneas de contestación. El resto es paja. Tratándose de una tribuna dominical de El País, hay que preguntarse qué necesidad tiene un catedrático para dedicar tan escasas líneas a la pregunta planteada?. ¿ Porqué evadirse desaprovechando la oportunidad de exponer argumentos lógicos con los que los lectores puedan enriquecer sus juicios, valoraciones y posiciones sobre un asunto. Máxime si se trata de un asunto ya calificado por el propio catedrático y en el mismo diario como “complejo español no superado en 30 años”?
El subtítulo de "votar una solución pactada"
no merece mayor comentario puesto que procede de un texto, es la
síntesis de su pensamiento. Vayamos pues al meollo de su
razonamiento.
Y dice: "El referéndum es ineludible". Pero esta inicial respuesta, la que el lector viene buscando, no es más que un cebo. Él, como luego se verá, no quiere ningún referéndum. Ni lo quiere ni lo piensa. Esta respuesta se formula de modo intencionadamente escueto para que el lector la olvide antes de terminar de leerla, para que no repare mucho en ella. Es más, ya se ha calificado de fundamentalismo lo del referéndum. En cambio, le sigue una pregunta de formulación excesivamente prolongada: "¿qué impide celebrarlo tras discusiones, razonamientos y negociaciones políticas de las partes -Frente Polisario y Reino de Marruecos- que concluyan en un estatuto para un Sáhara democrático ligado a Marruecos con vínculos pactados?. Francamente, lo de razonamientos sobra. Cuando la razón exige que la pacten dos, deja de ser razón. Será otra cosa. En cuanto a las discusiones y negociaciones políticas, también, sobra lo de políticas. Si la discusión y la negociación son para alcanzar un pacto entre dos posiciones enfrentadas, eso ya no es política. Eso es consenso. Y donde hay consenso no es que no hay democracia, es que ni siquiera hay política. El consenso, en la cultura occidental, es un concepto medieval, católico, procedente de la Iglesia Romana, que nada tiene que ver con la democracia entendida como el gobierno de las mayorías y el respeto a las minorías. En la cultura musulmana, el consenso, también es un concepto marcadamente religioso, posterior a Muhammad, que se aplica para uniformar la conducta de los creyentes ante su Creador. La democracia, y de ahí la improcedencia del consenso, ataña a la regulación de la vida de los hombres entre sí.
Aún
así, hagamos una concesión a los cenáculos seudo
intelectuales y pensemos que hay algo de buena fe en sus exposiciones.
Olvidémonos de buscar respuestas a la pregunta de El
País. Porque Bernabé, a veces, contesta y, a veces,
propone. Con ese interrogante tan largo se está neutralizando la
búsqueda del lector y se está proponiendo algo a alguien.
Y lo que propone es que "las negociaciones y discusiones políticas", si es que a eso se le puede llamar así, "concluyan en un estatuto del Sahara dentro de Marruecos". De entrada, queda borrada la idea de un país soberano. Por arte de magia ha desaparecido la noción de la autodeterminación. A los saharauis, después de tanto escribir, tan sólo se les invita para discutir sobre su forma de integración en Marruecos. Ciertamente, lo de "el referéndum es ineludible" no era más que un cebo para un lector adormilado. En la mente del autor, el pueblo saharaui no tiene derecho a tener su Estado propio. A lo sumo, se le ofrece la posibilidad de ser cola de ratón en un Estado vecino. No en balde, mientras Bujari menciona la palabra pueblo saharaui siete veces, Bernabé apenas lo hace dos veces.
Por si aún cabían más dudas, concluye diciendo: "El
referéndum sería así el del apoyo a ese estatuto
negociado por las dos partes, sin riesgo de ganar o perderlo todo".
¿ A caso tiene sentido someter a referéndum una
cuestión previamente pactada? Para Bernabé, claro que
tiene sentido. Lo que pasa es que el lector aún no se ha dado
cuenta que la autodeterminación hace rato que la hemos matado.
No es una opción a votar en ese referéndum. Puesto que
los saharauis ya han pactado formar parte de Marruecos, lo que se va a
votar es qué techo competencial o qué forma de
asociación nos conviene con Marruecos. De ahí que la
propia pregunta, formulada por el periódico, excluya el
término autodeterminación. Habla de referéndum,
pero no dice referéndum de qué.
Después
de todo, hay un cierto olor y ciertas menciones que permiten sospechar
que el artículo no va dirigido a los lectores del
periódico en general, sino a los inquilinos del Palacio de Santa
Cruz, en particular. La larga introducción que no guarda
relación alguna con la pregunta; la ausencia de argumentos
lógicos y asumibles; los ataques, en plana venganza, contra
Argelia; la orientación propia del artículo; y sobre
todo, el rechazo a la legalidad internacional (fundamentalismo
refrendario), permiten concluir que el destinatario preferencial del
artículo es Miguel Ángel Moratinos.
Desgraciadamente, la pregunta clave sigue siendo: ¿porqué sacrificar a los saharauis, privándoles de su derecho a expresarse sobre su futuro? ¿En qué cabeza cabe la idea de conceder a una entidad un determinado grado de autonomía, con base en sus especificidades y, a la vez, prohibir que exista un partido político que haga bandera de esas mismas especificidades?
A la vista de la
miseria moral e intelectual de los argumentos del Sr. Bernabé
López, qué es lo que ve El País para seguir
concediéndole los privilegios de su tribuna? Sabe El País
que estos argumentos no resisten el más mínimo
análisis racional. No están amparados en la razón
ni en la lógica, sino en los intereses.
Huneifa ibnu Abi Rabiaa
13.02.07