Antes de que terminaran de enterrar a sus hermanos caídos en la
gloriosa batalla de Um-Degguen, allá por las tierras de la
Tercera Región, los combatientes saharauis fueron llamados con
la máxima urgencia para intervenir en otra batalla que, sin
saberlo, se había iniciado justo en su retaguardia. En efecto, a
mediados de octubre de 1988, los desórdenes sociales en los
Campamento de Refugiados habían desbordado la capacidad de
contención de las fuerzas de seguridad, por lo que se tuvo que
recurrir a la dentadura del ejército.
La misma irracionalidad que estos días empuja a los palestinos a matarse entre sí por culpa de las ambiciones de poder de sus actores políticos, esa irracionalidad, digo, sobrevoló los Campamentos de Refugiados en aquél octubre negro. Las ambiciones de poder, en cambio, anidaron y siguen anidando en nuestra clase política alimentando su sentido conspiratorio del poder. Y eso es, precisamente, lo que justifica que hoy, la Dimisión, siga siendo una figura completamente desconocida en la cultura política de nuestros gobernantes. En vez de dimitir, prefieren pasarse a Marruecos, lo cual es bastante ilustrativo de su mentalidad de mercaderes caravaneros. Antes de dimitir, antes de abandonar el cargo, dignificando con ello la institución de la que dimiten, prefieren pasarse a Marruecos, entregándole su cargo como un trofeo y dañando mortalmente la institución de la que proceden.
Por aquél entonces, las diferencias surgidas en las más altas esferas de poder habían llegado a un punto sin retorno. "Que se hunda el barco", decían unos. Más tarde, la portada del periódico "Al Istiftaa" ilustraba la imagen de un barco con muchas velas alrededor, como diciendo: "Mucha gente vigila que el barco no se hunda". Así se las gastaban los bandos rivales mientras la sociedad entera suspiraba por los hombres en las primeras líneas de combate.
Quizás sea cierto el hecho de que los comportamientos tribalistas nunca hayan desaparecido de la actuación de las más altas esferas de poder. Pero lo cierto es que es a partir de los años noventa cuando adquiere plena carta de naturaleza en todas las instancias de la Administración y, también, en la esfera de los particulares. En cualquier caso, los Sucesos del 98, según unos, Disturbios del 98, según otros, suponen un auténtico punto de inflexión en la historia de nuestro Movimiento de Liberación Nacional. Nadie, y los actores principales mucho menos, ha querido explicar a la sociedad lo que realmente sucedió, porqué y para qué sucedió. Y mientras subsistan las dudas, nunca terminará de cicatrizar la herida abierta, en su día, en la propia sociedad civil, porque esencialmente los dirigentes implicados, una vez recompensados con altos cargos en la Administración, no hicieron más que lavarse las manos de cualquier implicación, dejando abandonada la masa social que salió en defensa de sus tesis. A buen seguro, el goteo incesante de particulares hacia Mauritania y hacia Marruecos tuvo y tiene mucho que ver con esa sensación de doble abandono. Castigados por el poder y abandonados por sus ingratos allegados, en cuya defensa salieron a la calle.
Veinte años más tarde, aún subsisten las dudas sobre las motivaciones reales de los sublevados. Si nobles eran sus reivindicaciones, viles fueron sus métodos de incitación al tribalismo. El caso, es que como hombres podían haber solicitado que fuera retirada la acusación de traición formulada y propagada por el apparachik en su contra, pero ni eso. Habiendo sido encumbrados a la cima del poder, gracias al tribalismo, ellos mismos se cubren ahora de ese mismo manto de opacidad, falta de democracia interna, etc, que antes criticaban, cubría, la gestión de sus adversarios de entonces.
En la medida en que la propia sociedad ha experimentado una notable inversión de valores, por cuanto, el combatiente ha pasado a ser un mezquino y, el trabandista, un modelo de éxito a imitar, la clase política, también, ha experimentado una notable inversión de su mapa de afinidades y proximidades, en tanto en cuanto, el que antes era el cancerebro del movimiento y mano derecha del líder es, hoy, poco más que un cadáver político que habita en los arrabales del poder y, por el contrario, el que antes era su máximo rival ha pasado a ser, hoy, la mano derecha de ese mismo líder. Por otra parte, el hombre que por su combatividad era conocido, en su día, como Comandante de la tercera región, es hoy un desganado desertor que deambula en el desierto forrado de pasta y rodeado de guardaespaldas marroquíes. Todo ello, como consecuencia de esa mística facultad que tiene el poder para ensalzar o degradar a las personas a su antojo y gusto.
Hoy y en
vísperas del próximo XII Congreso General del F.
POLISARIO, asistiremos al drama según el cual, el pueblo
saharaui va a ser aleccionado sobre lo que es la democracia, la
libertad, la ética política, la moralidad pública,
el buen gobierno, el sacrificio y la constancia por boca de esos mismos
gobernantes.
Huneifa ibnu Abi Rabiaa.
ibnuabirabiaa@yahoo.es
05.02.07