Es de esperar que el espíritu propio de un mes tan sagrado como
el Ramadhan nos ayude a alcanzar un debate a la altura de lo deseado
por los moderadores de arso.
No es este,
desde luego, un tema tan fácil de abordar. Y para reducir los
márgenes de las malas interpretaciones convengamos en que el
tribalismo es un Orden Sociopolítico basado en la
división, en tribus, de la sociedad global, en el que cada tribu
goza de un considerable grado de autonomía respecto de las
demás. Y en virtud de dicho Orden, el individuo es, primero,
miembro de una tribu y, luego, miembro de una sociedad dada.
Así, la adscripción a una tribu determinada,
además de garantizar la seguridad, le va a permitir, a ese
individuo, interrelacionarse con los demás miembros de la
sociedad global. Entonces, podrá acceder a una profesión,
un statu social o un matrimonio concreto, siempre en función de
su adscripción tribal.
El éxito
del sistema político tribal a lo largo de la historia
está fuera de toda duda e incluso es equiparable, en cuanto que
fuente de paz, al de las democracias europeas. Durante milenios, dicho
sistema, ha gobernado los designios de medio mundo. Pero su gran
debilidad es su incapacidad para lidiar con un cierto grado de
complejidad de las sociedades. A medida que la sociedad se va haciendo
mas compleja, el tribalismo se va mostrando incapaz de vertebrar, con
sabiduría, alguna forma para dirimir los diversos y
contrapuestos intereses que se van generando en la sociedad. Entonces,
se abandona el sistema tribal como Orden político y se instaura
un emirato y de éste al sultanato y de éste a la
monarquía y, finalmente, el imperio.
Tal y como
enseña J. J. Rousseau, los hombres van renunciando a la libertad
a cambio de una mayor seguridad. Seguridad ésta que requiere
cuanto más poder, cuanto más compleja se torna la
sociedad. Desde el Jeque, con un poder casi formal hasta el emperador,
amo y señor de la tierra y sus habitantes.
Nosotros nos habíamos quedado en el “AIT” cuando nos
colonizó España, un término venido del norte dado
el mayor contacto de aquellas gentes con la cultura de un poder
central. Pero nuestros deseos eran ir más allá de eso.
La
proclamación de nuestra república venía a hacer
tabla rasa del pasado tribal y convertir la adscripción tribal
en condición ciudadana. El hombre iba a gozar de una mayor
protección. En vez de una tribu va a tener todo un Estado que lo
proteja y ampare.
Concluyamos, pues, que un tribalista es aquél “cuyas pautas de
conducta están regidas por los cánones propios del Oredn
tribal. En su quehacer cotidiano, se manifiestan ciertos
comportamientos genuinamente tribalistas”.
Podremos matizar
un poco más, un poco menos, estas apreciaciones y podremos,
también, discrepar de su formulación. Lo importante para
el caso no es denunciar la connivencia con el tribalismo a la que
asistimos, sino intentar arrojar alguna luz sobre la línea que
separa el conocimiento de la historia (que, por su puesto, incluye el
tribalismo) de las prácticas, usos y hábitos puramente
tribales.
Con buen
criterio se puede justificar la afloración del lenguaje y la
literatura tribales en nuestra sociedad, como consecuencia de la
recuperación de ciertos márgenes de libertad de
expresión desde finales de los años ochenta. Ciertamente,
fue en una mañana de principio de los noventa o finales de los
ochenta cuando amaneció ausente el guardián que velaba
por el cumplimiento del decretazo que prohibía hablar en clave
tribal. Y como toda infantil reacción a lo que era prohibido,
desde entonces, todo el mundo se dedica a escarbar en las altamente
dudosas genealogías para empaparse de la materia. Sería
lamentable, por otra parte, afirmar que la recuperación de la
libertad de expresión nos ha servido tan sólo para
practicar el aburrido ejercicio de trepar por las ramas
genealógicas de nuestros gobernantes, vecinos y no tan vecinos.
Pero lo cierto es que no han sido ni las matemáticas, ni la
astronomía, ni la geografía o la historia y, ni mucho
menos, la filosofía o la ciencia política las que han
resultado beneficiadas de ese repentino recuperar de la libertad de
expresión. Pero es un hecho innegable que ningún otro
tema ha tenido tanta y tan rápida difusión y
repercusión social, desde principios de los noventa, como la que
ha tenido el tribalismo.
En el plano
político, no cabe duda de que esto constituye una clara
regresión en nuestro proyecto de creación y
consolidación del moderno Estado Saharaui.
Cuesta concretar hasta qué punto las propias instituciones del
Estado están asentadas sobre una base tribal. En cambio, a
menudo vemos que en determinado litigios interpersonales que se tornan
interfamiliares y luego intertribales, el Estado renuncia a su deber de
administrar la justicia y se inhibe en favor de los arreglos y las
componendas tribales.
Llegados a este
punto, nos resulta difícil eximir a nuestros gobernantes de la
responsabilidad por el resurgimiento de tan arcaicas formas
sociopolíticas. Y lo es más difícil aún
después de la aparició pública de algún
miembro del Gobierno, en las proximidades del poblado de Tinduf, a
principios del pasado mes de mayo de 2006. Pero la culpa no es
exclusiva de ellos. Porque, sin duda alguna, la difusión y
repercusión antes mentados, necesitan del concurso de ciertos
elementos, por completo, ajenos a la larga mano del poder. Es decir, si
la sociedad civil, los intelectuales y las generaciones jóvenes
se hubieran resistido a la penetración del pensamiento tribal,
no estaríamos donde estamos.
Por lo que,
también, nosotros tenemos nuestra parte de culpa al reproducir
los hábitos propios de dicho Orden y comentar los mitos y
leyendas del pasado ayudando, quizás sin quererlo, en el
fortalecimiento del sentimiento tribal. Al respecto es necesario
recordar que toda afirmación de superioridad de una tribu sobre
otra no es más que una aberración moral resultante de la
miseria intelectual de su autor. Tales mitos y leyendas podrán
ser las delicias de los aficionados a la antropología pero,
social y políticamente, son un material altamente
ignífugo.
Huneifa ibnu Abi Rabiaa; 25 de septiembre de 2006.
Para contactar con el autor: ibnuabirabiaa@yahoo.es