OPINION

 

UN NUEVO CONGRESO PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

Huneifa ibnu Abi Rabiaa

 

Los congresos, normalmente, están pensados para la evaluación de la etapa recorrida; la proyección, a través de programas, del período consiguiente; la regeneración espiritual y corporal; y para salir de ellos con energías renovadas y posiciones fortalecidas para alcanzar los objetivos marcados.

En nuestro caso, nada de esto es posible si antes no se aborda con toda claridad el problema central de nuestra situación política interna. Tenemos una gran batalla pendiente, que por un lado, la clase política no quiere acometer y, por otro, las élites culturales e intelectuales no se atreven a reclamar. Me refiero a la imperiosa necesidad de una reforma global del sistema imperante.

El sistema político actual no es, ni mucho menos, el adecuado para encauzar una sociedad que, después de los cambios experimentados, ha entrado por entero en la era del capitalismo. Nuestra clase política, lo quiera o no, tendrá que admitir los profundos cambios sociales y culturales que ha experimentado nuestra sociedad. El componente altamente económico del New Deal sahraui nada en el caos debido a la inadecuación de estructuras que, en su día, fueron pensados para un estado policial, afortunadamente, hoy fenecido.

Si la década de los setenta vio nacer una sociedad sahraui fuertemente controlada y dirigida por una reducida élite política, hoy, ya en pleno III Milenio, asistimos al nacimiento de otra nueva sociedad sahraui ingobernable, indomable y con una fe inquebrantable en dos valores supremos: el Don Dinero y la Independencia. Hoy en día, las pautas que rigen el comportamiento individual y colectivo del sahraui de hoy vienen determinadas por la conjunción de esos dos únicos valores superiores. Hete aquí, sin duda, la esencia misma de los cambios que han desconcertado a la clase política y provocado un estado de shock en las élites culturales e intelectuales, que les ciega a la hora de acercarse a esta crisálida sahraui.

Ello es así, esencialmente, porque la clase política ha perdido la exclusiva para dictar el concepto mismo de Interés General. Es el ciudadano de a pie el que informa a sí mismo sobre lo que es de interés general y si coincide o no con su interés particular. Que un soldado que lleva 25 años manejando su kalashinkov abandone, ahora, su región para ganar dinero en el carbón, aclara de forma magistral el sentido de estas ideas.

Resulta que la autoridad moral imprescindible para gobernar, exige del gobernante que sea una reproducción fiel de la conducta que reclama de los demás. Cuando no sucede así (como es el caso), no sólo la gente deja de creer en él, sino que, además, huye de todo cuanto dice aunque esté en lo cierto. Y ese es el drama sahraui: que la clase política ha perdido, por completo, la autoridad moral necesaria para gobernar. Y eso es, sencillamente, irrecuperable.

En cuanto al segundo valor supremo de la independencia, no se requieren grandes elucubraciones mentales para percatarse de que se trata de una verdadera religión que tiene por únicos fieles a los saharauis (también, muchos españoles). Los sacrificios del pasado y los que todavía estamos dispuestos a hacer, revelan que nuestra fe en la independencia iguala ( y en muchos casos, supera) a nuestra fe en Dios.

Sólo la interiorización, por parte de la clase política, de las nuevas ideas dominantes en la sociedad nos permitirá estrenar un congreso único en su género en la joven historia congresual del POLISARIO.

El problema, Señores, es estructural y no coyuntural. Cualquier intento de solucionar las cosas pasa, inevitablemente, por encarar de frente la estructura política. Que unos pocos e ineptos fumadores de Habanos y Malboro vayan saltando de un ministerio a otro, aparte de delatar su supina ignorancia, deviene del todo ineficaz. Si el problema fuese coyuntural, ir poniendo parches, como hacen, arreglaría las cosas, pero no es así. Pregúntese si no, estimado lector, cuántos cambios de gobierno o cuántos parches ha habido desde 1989, y cuán pésimamente han ido las cosas?

La reforma pasa, indiscutiblemente, por rediseñar las funciones, facultades y competencias del Comisariado Nacional Sahraui, verdadero centro neurálgico del sistema. Los gurús del régimen inventaron un estadio intermedio entre la Sacra Unidicidad musulmana y la Sacra Trinidad cristiana al que llamaron Dualidad del poder. O sea, el poder del apparachik se superpone al poder del Estado. Estado y partido a la vez. Hoy las cosas han cambiado: el reconocimiento de los Estados, el ser miembros de la U.A., la petición de Bujari sobre el ingreso en la O.N.U., y la confianza de la Comunidad Internacional exigen un salto hacia delante. Un salto en pro del fortalecimiento y consolidación del Estado Sahraui.

Es este salto hacia delante, la bicefalia es imposible. No pueden existir dos órganos depositarios de la soberanía popular enfrentados entre sí (Parlamento y CNS). Los ideólogos soviéticos inventaron la teoría de que el partido (PCUS) era el alma y el parlamento, el cuerpo. Pero eso pertenece a las aguas del pasado. Precisamente los recientes acontecimientos del Centro 27 de febrero que Marruecos ha aireado tanto, vienen a reflejar hasta dónde pueden llegar las cosas cuando estando el partido seriamente debilitado, el Estado aún no es lo suficientemente fuerte como asumir el rol de la seguridad y la exclusiva del poder coercitivo.

Nadie cuestiona que el parlamento sea el depositario soberano de la voluntad popular. En cambio, es dudosa la legitimidad del CNS.

La legitimidad democrática no la tiene desde el momento en que la designación de sus miembros se hace a espaldas del sufragio popular. El hecho de que sus miembros sean elegidos dentro de las paredes partidistas del POLISARIO, le resta legitimidad para alzarse como el depositario de la voluntad popular. Será, sin duda, el máximo órgano político del POLISARIO, pero no podrá aspirar a ocupar la estructura del Estado Sahraui. No existe la dimisión porque mientras se goce de la confianza del aparato no hay que rendir cuenta alguna ante la sociedad. La legitimidad democrática, Señores, no admite diversidad de interpretaciones. Sólo cuando exista el voto universal, libre, directo y secreto podremos hablar de legitimidad democrática; mientras tanto, búsquense otra.

La legitmidad moral, a la que suelen apelar los gobernantes sin un respaldo popular tasado, la tenía la élite pero la ha perdido. La imperdonable traición de los principios básicos del POLISARIO (empezando por el tribalismo y la esclavitud) ha arrancado de cuajo cualquier vestigio de autoridad moral. Las fugas hacia el enemigo de destacadísimos miembros de ese club ha salpicado la lealtad y la honestidad del grupo. Y los escándalos de corrupción han terminado por delatar la bajeza moral de algunos de ellos. Honradas excepciones siempre las ha habido y las habrá.

Conscientes ellos, claro está, de que carecen de cualquier legitimidad han querido vender ( y de hecho vendido) la idea de que en ese cuerpo estaban representadas todas las facciones de la clanista sociedad sahraui. O sea, a falta de legitimidad moral o democrática, persiguen la legitimidad dinástica. Legitimidad ésta que transfiere el poder a través de un sistema patrilineal directo, mediante la herencia del padre al hijo. Nótese y apréciese el grado de ensañamiento a la hora de traicionar la efeméride más memorable de nuestra historia, la del 12 de octubre. Afortunadamente, la Comisión de Identificación de la MINURSO, compuesta por expertos en demografía de poblaciones tribales y nómadas, ha puesto los puntos sobre las íes y ha residenciado esa legitimidad fuera de los contornos de aquél órgano.

Así las cosas, la solución sería la congelación total de las funciones, facultades y competencias del CNS en todas las materias del Estado. A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar. Al CNS, le corresponden todas las materias del partido; y al parlamento (democrático), todas las materias del Estado y del Gobierno.

Que nadie se alarme con la lectura de estas líneas. La cuestión de la aireada cohesión interna se proyecta sobre el partido y no afecta al objetivo de la independencia total. Nadie cuestiona que el Frente POLISARIO es el único representante legítimo del pueblo sahraui, pero de puertas a dentro hay mucho que decir. Y no precisamente va a ser el silencio la panacea de nuestros males. Aún nos espera un largo camino por recorrer y la solución al conflicto que nos enfrenta a Marruecos no puede ser un arma que nos impide abordar las cuestiones internas.

Huneifa ibnu Abi Rabiaa (ibnuabirabiaa@yahoo.es)

13.06.06


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