No, no es una base naval. El Sahara Occidental es un inmenso
territorio, como la mitad de España de grande, que con su
población y recursos naturales puede convertirse en un nuevo
Guantánamo en África. Es decir, todo un pueblo privado de
sus más elementales derechos.
España, la potencia administradora del territorio según
la ONU, en modo alguno es ajena al conflicto. Y si pésima ha
sido la gestión del último gobierno franquista de Arias
Navarro, peor está siendo la contribución del gobierno
socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.
Desde el mismo momento de su acceso al poder, el PSOE, ha tomado la
decisión de enterrar la legalidad internacional en el Sahara
Occidental, abandonando a los saharauis y uniendo, en su contra, a
todas las demás fuerzas políticas, los sindicatos, los
artistas e intelectuales y el sentir unánime de la
opinión pública española. Incluso los inmigrantes
saharauis en España, aún contrariando ciertos consejos,
han salido a manifestarse ante la sede central en Ferraz.
El mismo Ejecutivo socialista que se prodiga en promover, allende los
mares, la llamada Alianza de Civilizaciones, ha colocado a
España en una Alianza de Barbaries, a escasas millas de las
Islas Canarias. Y en lugar de aprovechar el peso de la octava potencia
mundial para exigir el respeto a la legalidad internacional en el
Sahara Occidental, ha preferido alabar el plan marroquí de la
autonomía, en abierta violación de las más
elementales normas tanto legales como morales.
En el plano diplomático, el Ejecutivo socialista ha mostrado una
inequívoca voluntad de favorecer a Marruecos mediante el
respaldo total de sus posturas en los foros internacionales, ya sea el
respaldo a un plan de autonomía que desconoce, o el respaldo a
la inclusión de las aguas saharauis en el acuerdo pesquero. En
el plano interno, el Ejecutivo socialista, juega al despiste para no
exponer, ante la opinión pública, la vistosidad de su
soledad parlamentaria respecto del conflicto. Mientras, en la calle,
escenifica la Ley de Murphy para el liderazgo, colocando a sus
representantes en las cabeceras de ciertas manifestaciones pro causa
saharaui.
Este cambio de la posición tradicional de España ha
venido acompañado por una campaña de intoxicación
informativa, a cargo de ciertos personajes asiduos de la embajada
marroquí en Madrid, que aprovechando el eco de cierto medios de
comunicación afines al Gobierno, pretende apaciguar los
ánimos de los simpatizantes de la Causa Saharaui.
Y contando con los impagables esfuerzos del Ejecutivo socialista,
Marruecos está a punto de consumar un brutal atentado a la
legalidad internacional en el Sahara Occidental, mediante la
creación de una entidad que reúne lo peor del Apartheid y
la base de Guantánamo juntos. Es decir, la anexión, sin
título alguno, de un territorio ajeno, la represión
desmedida de sus habitantes y el cierre, a cal y canto, de sus
fronteras para impedir el acceso de los observadores internacionales.
En este sentido, resulta curioso que las mismas voces que criticaban a
Aznar por ser demasiado arrogante con Marruecos coincidan, ahora, en
que Zapatero está siendo demasiado condescendiente con
Marruecos. Y si el vicio de la arrogancia no conduce a buenos
resultados, tampoco se sabe qué ventajas puede sacar
España del hinchamiento artificial de un Estado territorialmente
fagocitario.
Se mire como se mire, el Conflicto del Sahara Occidental es un asunto
de estricta legalidad internacional. De ahí que carezca de toda
lógica la afirmación de Bernandino León al alegar,
en sede parlamentaria, que “a España no le corresponde decir
cuál es la solución”. Si la responsabilidad
histórica, moral y política de España en este
conflicto deriva del hecho de que estamos ante un proceso de
descolonización no concluso, cómo puede, la potencia
administradora, a mitad de camino, renunciar a la exigencia de la
aplicación de la legalidad internacional. Los saharuis, al fin y
al cabo, lo único que queremos de España es que se
mantenga firme en la defensa de un referéndum de
autodeterminación que nos permita expresarnos sobre nuestro
futuro. Pero, en contra de lo que podría indicar la tan
cacareada legalidad internacional en Irak, el desplante a la bandera
americana en el desfile militar y el discurso pronunciado en
Túnez, esta vez todo indica que Zapatero ha decidido colaborar
en la creación de un nuevo Guantánamo en la antigua
posesión española del Sahara Occidental.
Huneifa ibnu Abi Rabiaa 16/06/2007 (ibnuabirabiaa@yahoo.es)