Huneifa ibnu Abi Rabiaa
La situación actual del pueblo saharaui ofrece cierta resistencia para describirla con un diagnóstico aceptable. Francamente, no abundan aspectos positivos de los que asirse para hablar, en términos aceptables, de la situación que vive nuestro pueblo. Para decirlo claro: abundan las quejas y existe un descontento bastante generalizado producto, quizás, de la desmotivación existente.
Ese mal diagnóstico, fuente del descontento generalizado,
adquiere mayores tintes de verosimilitud cuando los representantes
institucionales (Ministros, Directores Generales, Militares,
Diplomáticos, etc) participan, ellos también, en esa
crítica generalizada, sumándose al descontento
generalizado y describiendo, con su conducta en tanto que
representantes del Estamento Oficial, una imagen terrible y lamentable
de orfandad del POLISARIO.
Esa imagen de orfandad parece que no consigue infundir clemencia y
conmiseración en los corazones y en las conciencias de la
ciudadanía. Lejos de ello, el río de críticas
aumenta su nivel, se hace más caudaloso e, incluso, presenta
amagos de desbordamiento (Jat Chahid, Grupo Toda la Patria o el
Martirio, etc).
Por todo ello, desde hace años, el deseo de cambio y la
necesidad de hacer algo vienen siendo una constante en la sociedad.
Todos dicen que hay que cambiar. Todos repiten que hay que hacer algo.
Muchos lo han intentado, a su manera, en los propios Campamentos de
Refugiados y en pleno ejercicio de sus funciones encomendadas, pero se
han encontrado con un muro impenetrable y han terminado abandonando el
intento. Otros, una vez en Europa, han remitido escritos, firmado
manifiestos, discutido largamente en y fuera de internet, pero,
igualmente, se han topado con la impenetrable muralla del Sistema. La
gran mayoría, por su parte, se ha quejado amargamente cuando y
donde ha podido, ha asistido a uno, dos, tres y más Congresos
Generales, ha participado en conferencias y reuniones varias, pero el
resultado ha sido el mismo: los cambios y las mejoras no terminan de
llegar o, si lo hacen, es tan lento que resulta imperceptible.
La emigración que, por cierto, no tolera bien los altos niveles de descontento generalizado dada su facilidad al desbordamiento, parece finalmente mostrar un tímido interés para promover las condiciones que permitan el cambio y las mejoras. Todos estos debates en internet y esos otros, más acalorados, alrededor del té, no son sino el reflejo de un deseo largamente manifestado para pedir el cambio, las reformas y las mejoras. Una vez manifestado el deseo de cambio y declarada la necesidad de hacer algo, el gran problema de la emigración sigue siendo el cómo hacerlo?
Personalmente, no tengo la menor duda de que eso pasa, indefectiblemente, por dos cuestiones: Primera, organización y estructuración de los emigrantes en una entidad sólida, fuerte y robusta; y Segunda, el encaje de esa entidad en el proceso de lucha del pueblo saharaui que, NATURALMENTE, tendrá que ser dentro de la estructura del POLISARIO.
Soy consciente de que la primera opción despierta menos
fobias
que la segunda. Pero, también, soy consciente de que cualquier
criatura que desee pasear por el desierto, sin la cobertura del
POLISARIO, tiene escasas posibilidades de librarse de las garras del
enemigo, si es que las inclemencias del clima le permiten el paseo. Por
eso, prefiero plantear, aquí, la primera cuestión:
¿Cómo se puede aglutinar a los saharauis emigrantes en
una organización fuerte, robusta y sólida? Esa es la
cuestión, sin duda alguna.
Huneifa ibnu Abi Rabiaa, a 18 de sha’aban del año XXXIV de la
creación del F. POLISARIO.
04.09.07