Convencidos de
que en nuestras aspiraciones nos asisten imbatibles argumentos de
justicia y legalidad internacionales, los saharauis, habíamos
aunado nuestras energías para crear una fuerza (El POLISARIO)
capaz de garantizarnos el acceso a los legítimos derechos e
intereses que nos otorgan tales argumentos de justicia y legalidad.
Y armados con la
indestructible superioridad de nuestra fuerza moral, habíamos
impreso, en la historia, las inenarrables gestas heroicas de nuestros
combatientes en el terreno militar, como muestra de nuestra decidida
determinación para recuperar lo que legítimamente nos
pertenece.
En la Hamada
argelina, habíamos creado, con mucho sudor y lágrimas,
unas instituciones que nos permitieron sentarnos de igual a igual con
nuestros hermanos africanos.
Los enormes
logros del pueblo saharaui a lo largo de estos treinta y dos
años, han sido posibles gracias a la firme convicción de
todos y cada uno de los hombres y mujeres saharauis de que nuestras
aspiraciones iban a ser avaladas y respaldadas por la Comunidad
Internacional tan pronto como nosotros las reclamáramos. Y de
esa convicción colectiva, habíamos sacado la fuerza que
nos ha permitido resistir durante tres décadas.
Sin embargo, en
estos tiempos grises soplan vientos que no hacen demasiada justicia a
los sacrificios de todo un pueblo. Desde Nueva York, no parece que la
legalidad internacional sea, hoy, una vía de solución de
controversias. Los mismos que crearon los pilares sobre los que
descansa todo el sistema de leyes y tratados internacionales, hacen
primar, hoy, otras consideraciones.
Parece
necesario, pues, invertir los términos. Si antes,
habíamos sacado fuerzas de la legalidad de nuestras
aspiraciones, hoy, habrá que defender la legalidad con el
remanente de nuestras fuerzas.
Con todo el
acierto, los otrora revolucionarios líderes del POLISARIO,
ligaron la posibilidad del éxito a la estabilidad de unas
estructuras políticas y sociales en las que invirtieron enormes
recursos humanos y económicos. Es decir, sólo se
podía aspirar al éxito en la medida en que las
instituciones del Estado Saharaui en el exilio fueran lo
suficientemente robustas como para soportar los embates del tiempo. Y
desde luego que el elevado nivel de organización social y
política alcanzado en el exilio, sin parangón a escala
planetaria, ha facilitado enormemente la lucha y la supervivencia de
nuestro pueblo. Esto es, la solidez y consistencia de nuestra
organización, basada en la indisoluble unión de nuestras
energías, era la base de la fuerza que simbolizaba el sello de
garantía de nuestra lucha de liberación.
Diríase,
sin embargo, que de un tiempo a esta parte, nos hemos vuelto a poner de
acuerdo para liquidar la capacidad de nuestra fuerza colectiva (El
POLISARIO).
En ciertas capitales desconocen, con qué fuerzas, más
allá del derecho, cuenta el POLISARIO para gestionar un Estado
que aleje el fantasma de los Estado fallidos, tipo Somalia y Liberia,
que pueda caer fácilmente en manos del integrismo que pronto,
vía Teherán, tendrá acceso al arma atómica?
Constatan, en
tales capitales, que después de once congresos, el POLISARIO,
sigue apelando a la cohesión interna. ¿De qué
sufre, entonces, el POLISARIO, para que en sus últimos cinco
congresos haya establecido como prioridad principal el asunto de la
cohesión interna, plasmándolo en sus consignas de
campaña? ¿A qué se deben las dimensiones,
superiores a lo normal, de la hemorragia que sufre?
Y razonamos
nosotros. La emigración como derecho es difícilmente
criticable, pero como conducta de moda revela los gustos y preferencias
dominantes en una sociedad. ¿Cuántos militantes del
POLISARIO han emigrado al extranjero? ¿Cuántos altos
cargos del POLISARIO, aún en el ejercicio de sus funciones, se
han provisto de documentación general de emigrantes? Y
aún más, cuántos miembros del estamento oficial
han solicitado y obtenido la nacionalidad de un tercer Estado? Decir
que eso no quita ni un gramo de su militancia en la Causa, es no
contestar a la cuestión planteada. No se trata de que sigan o no
siendo militantes en la Causa saharaui. La pregunta es bien distinta:
porqué es tan común, en los saharauis de los Campamentos,
el anhelo de emigrar hacia cualquier parte? ¿Porqué la
emigración desde los Campamentos supera con creces la
emigración desde las Zonas Ocupadas?. Algún responsable
saharaui se quejaba de que Marruecos incita a la emigración para
librarse de los jóvenes rebeldes. Pero no ha comentado, dicho
responsable, lo que sucede al otro lado de la berma.
¿ Acaso
esa conducta, la de emigrar, no perjudica la estabilidad de las
estructuras políticas y sociales sobre las que el pueblo
saharaui ha asentado su supervivencia en las tres últimas
décadas? Y en cuanto a eso de la militancia en la Causa, se
podrá decir y reiterar la disponibilidad para la causa,
opción de la guerra, incluida. Pero, previamente, tendremos
(uno, también, es emigrante) que apalabrar, con Botín, el
destino de nuestras hipotecas.
Decía
Cembrero (El
País, 2-07-2007) que a Ban Ki Moon se le ha visto
demasiado el plumero. ¿ Nos toca a nosotros, los emigrantes,
plantearnos el encaje de nuestra condición en el proceso de
lucha de nuestro pueblo? Ojalá encuentre respuestas en este foro.
Huneifa ibnu Abi Rabiaa. ibnuabirabiaa@yahoo.es
03.07.07