Un año más, las mujeres del Sáhara Occidental
queremos conmemorar el Día Internacional de la Mujer, como una
fecha en la que celebramos los logros obtenidos por la mujer a lo largo
de un combate difícil que se libró y continua siendo
librado en muchas partes del mundo por la consecución del
reconocimiento pleno de sus derechos políticos, sociales y
económicos.
En países libres y en el marco de una sociedad
democrática, este combate ha dado resultados históricos
que han configurado y definido las agendas nacionales de
fuerzas políticas y Gobiernos que en el pasado estuvieron
reticentes o incluso vieron con desconfianza el clamor
legitimo de un pilar esencial de la Humanidad.
Las mujeres que pertenecemos a países del Tercer Mundo estamos
de forma visible implicadas en esta gran batalla, por convicción
política y moral, aun teniendo sobre nuestras espaldas la doble
carga – como en el Sahara occidental- de tener a nuestro
país ocupado por una fuerza extranjera y al mismo tiempo de
padecer un grado de subdesarrollo que estrecha el margen de la
acción liberadora.
Es por ello que debemos alertar a nuestras hermanas de esas sociedades
democráticas y avanzadas sobre la enorme importancia de la mano
generosa que deben seguir tendiendo para que podamos encontrarnos todas
a salvo de las profundidades en donde el colonialismo, las ocupaciones
extranjeras y el subdesarrollo nos habían sumergido por siglos
enteros. Ello requiere una visión global pero también
específica para cada caso, ya que, nosotras, mujeres del
Tercer Mundo, aun unidas por una tragedia común originada
por esas cargas, tenemos problemas y necesidades
específicas diferenciadoras.
El origen beduino de la sociedad saharaui, generó una cultura
igualitaria en la que la mujer tiene un peso específico dentro
de las responsabilidades de su comunidad. Es esa cultura de
origen la que explica también hechos que puedan ser curiosos
para ojos euro-céntricos, como es el ver en sociedades
asiáticas, de cultura hindú o musulmana, como en India,
Bangla Desh, Pakistán, Sri Lanka, a mujeres Jefes de Estado o
primeros Ministros.
En la sociedad saharaui, la mujer no ha llegado todavía a
ese grado de accesión al poder político, pero se jacta
del hecho, también curioso para dichos ojos, de ser una mujer
libre de la violencia domestica , y de pertenecer a una sociedad
pacífica donde el crimen es realmente una rareza.
Nuestro problema hoy no son las trabas para llegar al poder
político o cursar estudios universitarios o ser victima de
prácticas sexuales arcaicas.
Nuestro problema esencial e inmediato hoy es relativo al derecho
básico de existir como pueblo y como nación libre y
soberana ante la continua ocupación de nuestro país por
Marruecos.
La ocupación marroquí de nuestro país ha sido
posible y sigue siéndolo porque países
democráticos europeos así lo han decidido. De aquí
se deriva la responsabilidad añadida que recae sobre las
espaldas de nuestras hermanas dentro de dichos países para
influir en un cambio de política.
La ocupación marroquí ha partido en dos a nuestro
país, a través de un muro rodeado de minas y alambradas
que no tiene parangón con el de Berlín. Ha dividido en
dos a nuestro pueblo y a cada una de nuestras familias. Hemos conocido
en carne propia la guerra en su expresión más
brutal, rayana en el exterminio físico, servido por medios que
van del NAPALM, y el fósforo blanco, hasta las minas
personales.
En la parte ocupada de nuestro país, la violación por
Marruecos de los derechos humanos más básicos, la
practica de la tortura, el confinamiento en cárceles
secretas sin juicio o en juicios sumarios, los abusos sexuales,
no distingue entre géneros. La mujer saharaui, joven o menos
joven, es víctima diaria de este atropello que tiene lugar a
menos de 100 Km. de las Islas Canarias.
Nos resulta difícil de comprender y de aceptar que nuestro
calvario sea alimentado y prolongado por países
democráticos, como lo fue ayer el Apartheid. Nos entristece que
la visión del doble rasero, del doble Standard en
relación a la justicia, a los derechos humanos, a la legalidad
internacional sea aplicada en el caso del Sahara occidental por
países democráticos. El mensaje que conlleva es de un
impacto profundo y da una razón suplementaria a planteamientos
extremistas.
Creemos firmemente en un futuro de libertad. El pueblo saharaui llegara
tarde o temprano a recuperar su libertad y es en la fe en ese objetivo
la que nos permite y, en cierto modo, nos obliga, a proseguir en el
combate por la plena realización de nuestros derechos como mujer
y parte fundamental en el devenir de nuestra nación. Las
mujeres saharauis contamos para esta misión con un capital
humano formado y luchador, una mujer que como dice
nuestra Ministra de Cultura Jadiya Hamdi “soporta dos pesos en su
balanza; por una parte el deber y por otra su corazón, siempre
sin perder el equilibrio”.
Saludamos a las defensoras saharauis de derechos humanos que
luchan
por la libre determinación de su pueblo, como Aminetu
Haidar, premio Robert Kennedy a los derechos humanos, Jimmy Al-Galia,
Fatma Hayachi, Sukaina
Jedahlu, Sultana Jaya, Galana Burhah, Enguia Bujers, a las madres de
los 15 jóvenes desaparecidos, a las mujeres
anónimas del Sáhara Occidental que con su esfuerzo
y su lucha diaria fortalecen las esperanzas en un mañana de
libertad y dignidad.
Las Mujeres Saharauis seguiremos luchando por la liberación de
nuestro pueblo y por ocupar el espacio que nos corresponde en la
sociedad. Para ello, hacemos un llamamiento a todos los países y
pueblos amantes de la justicia y la paz, a la comunidad
internacional a fin de que hagan todo lo posible para evitar la
continua violación de la legalidad internacional que
supone la ocupación del Sáhara Occidental.