Regreso del infierno - Lahsen Zreiguinat
Un saharaui
que estuvo 5 semanas en huelga de hambre para denunciar la brutalidad
policial quiere volver a prisión
Considera un "deshonor" estar fuera si la protesta
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JOSEP SAURÍ - EL PERIODICO - 26.09.05
EL AAIÚN / ENVIADO ESPECIAL
Aunque casi es mediodía, reina la penumbra en el salón de la casa de la madre de Lahsen Zreiguinat, en el modesto barrio de Maatala, el corazón de las movilizaciones independentistas de mayo en El Aaiún. Tumbado sobre unos cojines, aún muy débil y extremadamente delgado, este comerciante de 46 años, casado y con cuatro hijos, dice en un tenue hilo de voz que, después de los golpes que recibió en los interrogatorios, la luz le causa fuertes dolores de cabeza.
Cinco semanas de huelga de hambre en la Cárcel Negra de El Aaiún le llevaron al borde de la muerte, y el pasado día 14 fue puesto en libertad a la espera de juicio. "Los marroquís temían que muriera en prisión, por eso me soltaron", sostiene. Otros 36 activistas saharauis siguen la protesta.
Zreiguinat afirma que su primera intención fue rechazar la libertad, pero un comunicado del Ministerio de Justicia marroquí, que calificaba la huelga de hambre de "ficticia", le empujó a salir "para que la gente viera la verdad". Sin embargo, no le ha abandonado la idea de que estar libre mientras sus compañeros siguen en la cárcel es "un deshonor". De modo que en el juicio, previsto para el miércoles, asegura que pedirá que se le devuelva a la prisión, con la voluntad de reanudar el ayuno.
La pesadilla empezó el 25 de mayo. "Escribí una carta de queja al uali (gobernador) por la represión policial y los saqueos que hubo en Maatala, después de las manifestaciones. Cuando fui a dársela, me detuvieron", sostiene. Pasó 48 horas en una comisaría de la Gendarmería Real para ser interrogado. "De día me encerraban a oscuras en un cuartucho. Durante dos noches me ataron de pies y manos a una silla, me cubrieron la cabeza con un saco y me golpearon por todo el cuerpo", denuncia.
La mafia de la Cárcel Negra
Tras comparecer ante el juez, Zreiguinat fue internado en la tristemente famosa Cárcel Negra. "Cuando entré, me acordé de las fotos de Abú Graib. Es como aquello", afirma. En celdas de 20 metros cuadrados pueden llegar a malvivir más de 40 personas, según su testimonio: "Sólo se aguanta si tienes fuerza o dinero".
Zreiguinat denuncia que la Cárcel Negra está en manos de una mafia en la que, siempre según su versión, está implicada la dirección de la prisión: "Cada celda tiene su jefe y su guardia, dos presos que le pagan cada mes al director y a cambio controlan la venta de drogas, alcohol y espacio para dormir. Si pagas 2.500 dirhams (unos 230 euros), que aquí son una fortuna, tienes medio metro para tumbarte. Los que no pueden pagar duermen en la zona del retrete, de pie o sentados, con un hedor insoportable".
Sólo agua y azúcar
La huelga de hambre de los presos saharauis empezó el 8 de agosto. "La primera semana es la peor. Después, el organismo se va adaptando un poco", explica Zreiguinat. Pero en la quinta semana ya no podía moverse, y su cuerpo rechazaba incluso el agua y el azúcar, lo único que ingería. "Estaba seguro de que no saldría vivo", recuerda, y afirma que el director de la cárcel llegó a ofrecerle "la libertad y dinero" si abandonaba la huelga.
Una vez liberado, Zreiguinat pasó la primera noche en casa, pero la familia, alarmada por su estado, le llevó al día siguiente al hospital, que en principio le rechazó. "Mis familiares amenazaron al procurador (fiscal) con dejarme en el patio del tribunal o a la puerta de la cárcel, y entonces me admitieron", asegura. Seis días después volvió a casa, donde se recupera lentamente. Su organismo aún no tolera los alimentos sólidos. "Soy como un niño", dice, esbozando la única sonrisa de la mañana.
Ya en la despedida, el hilo de voz de Zreiguinat cobra firmeza para llamar a las ONG a intervenir en favor de los activistas en huelga de hambre. "Hay que salvar a esa gente", concluye.