OPINION

 

ESPAÑA ANTE EL CONFLICTO DEL SAHARA OCCIDENTAL.

 Mohamed Lamin M.

 

El conflicto del Sahara Occidental no es una cuestión ajena a España. De hecho, la propia condición de conflicto deriva de una deleznable actuación española aún sin reparar. Al no poder, los saharauis, vencer la injusticia de la que han sido víctimas, han atravesado una tundra de espera con el anhelo de ser ayudados y respaldados por los pueblos amantes de la paz, la libertad y los derechos humanos. Y es, probablemente, el peso de la culpa lo que hace que este conflicto tenga una presencia notoria en España y convierta a su sociedad civil en una de las mayores reservas mundiales de opinión pública favorable a la Causa saharaui. Planteado el conflicto en términos dicotómicos, entre saharauis y marroquíes, la aplastante mayoría de los pueblos de España simpatiza con los primeros. De esto saben mucho los políticos que se han aprovechado de los sentimientos del electorado para llegar al poder.

De un tiempo a esta parte, sin embargo, y desde el momento mismo en que Marruecos empezó a dar señales públicas de violar la legalidad internacional por enésima vez, oponiéndose a la celebración de un referéndum de autodeterminación, empezó a aflorar en España un conjunto de voces que abogan abiertamente por sacrificar el derecho del pueblo saharaui para satisfacer a su insaciable vecino del sur.

Afortunadamente, la indestructible solidez jurídica de la Causa saharaui no permite una refutación argumentada, en derecho, para sortear la aplicación del principio de autodeterminación. Las Resoluciones de la Asamblea General, del Consejo de Seguridad, de la Unidad Africana, unidas al Dictamen del Tribunal de La Haya, a la presencia del asunto en la agenda de la IV Comisión y al hecho de que ningún Estado del mundo reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, configuran la Causa saharaui como una auténtica fortaleza virtualmente inexpugnable desde el prisma del derecho internacional. Y de ahí emana la fuerza que pulveriza cualquier intento de argumentar con bases plausibles y serias la propuesta de inaplicar la Resolución 1514 de la ONU en el Sahara Occidental.

Pero esa solidez jurídica, desafortunadamente, viene acompañada por una dolorosa orfandad política. El advenimiento de la democracia y la libertad en España trasladó la dictadura y la opresión a su antigua provincia, y el largo reinado de Felipe González arrió, en contra de los deseos de su electorado, la bandera saharaui de los horizontes socialistas, hasta nuestros días. Es especialmente llamativo que en estos días el PSOE se haya quedado solo cuando todas las fuerzas políticas, a su derecha e izquierda, y toda la sociedad civil reclaman la pronta celebración de un referéndum en el Sahara Occidental. ¿ Qué razón de Estado justifica, esta vez, una decisión contraria a los deseos de la calle, los partidos políticos y la legalidad internacional? ¿Será la existencia de armas de destrucción masiva en el Sahara? O son, más bien, los negocios de construcción masiva en Tánger. Parece, este partido, más permeable al triunfo de los Sáez y los Tamayos que al triunfo de la Causa Justa saharaui.

La orfandad política, a su vez, viene orquestada por una clara enemistad mediática. En este sentido, es muy ilustrativa la posición aireada últimamente por el diario El País. Sus editoriales y sus columnas invitan, sin rodeos, a sacrificar a los saharauis para no se sabe muy bien qué. Se dice que este diario ha sido la vanguardia cultural e intelectual de este país en las últimas décadas y su influencia en las decisiones gubernamentales es digna de una tesis sobre las relaciones de poder. Sus corresponsales en Rabat pertenecen al cinturón editorial de Hasan II y sus crónicas periodísticas huelen a tufo palatino. Es por esto, por lo que se ha convertido en el vomitorio de las 'propuestas' que piden la autonomía como solución al conflicto del Sahara Occidental.

La degradación moral de los autores de tales propuestas radica en que ninguno puede aportar razones jurídicas objetivas para sortear el principio de autodeterminación en el Sahara Occidental. ¿Qué necesidad tiene, entonces, todo un Premio Nobel para recurrir al desprecio, la descalificación y los prejuicios para argumentar su propuesta? Quizás, ciertos hábitos heredados de su territorio de marras lo hayan puesto en evidencia. Pero qué decir de quien ha sufrido en carnes propias la opresión del régimen nazi? Probablemente, en la travesía del comunismo al socialismo, con el Ministerio de Cultura como premio, haya perdido algo más que la identificación con los postulados marxistas. ¿ Y el catedrático? Evidentemente, aquí, la vocación académica que inspira la esencia de la profesión no ha podido resistir otras apetencias e intereses menos dignos (echar un vistazo a su reseña biográfica).

Ante el conflicto del Sáhara que, sin duda, les perturba la conciencia, en vez de denunciar a Marruecos para no zaherir en demasía la sensibilidad de un monarca absoluto y movidos por la compasión y el sentimiento de caridad cristiana, en el sentido más pobre del término, prefieren como solución que el Sáhara sea cola de león antes de cabeza de ratón. ¿Tan indignos de consideración humana somos, los saharauis, a sus ojos? ¿ O es que los Derechos Humanos agotan su universalidad a 20 millas al este de Canarias?

Nadie. Ni el Nobel, ni el ex ministro, ni el catedrático, ni mucho menos los Obiols, las Jiménez Reina, etc. ha aportado argumentos de entidad suficiente para inaplicar el principio de autodeterminación en el Sahara Occidental. Carentes de razones claras y objetivas aducen la seguridad en el flanco sur de la OTAN; la paz (de los muertos) en la región; la estabilidad del reino alauita, calificado como dictatorial por Javier Pradera; el supuesto bienestar de los propios saharauis, etc. Una serie de sinsentidos para descartar el referéndum y que constituye, desde luego, un auténtico ataque destinado a destruir el sistema de leyes y tratados internacionales que tanto ha costado construir y que ha otorgado a nuestro frágil Orden Internacional una mínima coherencia moral.

Pero señores. Si después de treinta años de Estado autonómico en España, catalanes y extremeños (ambos socialistas) no entienden lo mismo por autonomía, Qué coño querrá decir eso en Marruecos?

Mohamed Lamin M.

17 de septiembre de 2004.


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