OPINION

 

LA ORFANDAD DEL POLISARIO

Huneifa ibnu Abi Rabiaa

Es a caso una condición sine qua non esperar a perder el enemigo exterior (Marruecos) para destapar la Caja de Pandora de los problemas internos?. El paso del tiempo, la alta presión dentro de la Caja de Pandora y la pérdida de fuelle de la clase gobernante, unidos al continuo desgaste en la popularidad de nuestros dirigentes invitan, como mínimo, a la reflexión antes de contestar esa pregunta.

La relajación de los músculos del poder; la inexistencia de redes sociales o tejido social en la sociedad civil (Asociaciones, clubes o cualesquiera formas de organización civil ajenas a la política); el rebrote del tribalismo en lo social y en lo político; la sangría que supone la desbandada generalizada de la juventud hacia Europa; y la desconexión absoluta que existe entre la clase política y la sociedad, constituyen, a mi juicio, las cuestiones a plantear antes de introducir la llave en la ranura del candado de la Caja de Pandora.

Yo, vaya por delante, soy un ciudadano saharaui que por razones de economía familiar, como dirían algunos, me he instalado en Europa. Y me resulta curioso que en todas las conversaciones que he tenido con gente que aún trabaja para el Estado saharaui he terminado defendiendo, al final de la conversación, al POLISARIO. Absolutamente, todos, terminan salmodiando una ristra de críticas a la gestión de la política. No he llegado a conversar con el Presidente de la RASD, pero de ahí para abajo, he hablado, y mucho, con mucha gente. Y con todos ha pasado lo mismo, termina la conversación con los roles invertidos: yo defendiendo y ellos atacando. La amarga sensación de orfandad del POLISARIO ha quedado evidente en todas las conversaciones. Y tengo la convicción de que los lectores habrán tenido la misma sensación, aunque no defiendan al POLISARIO.

A título individual, ninguno de nosotros es culpable, pero tampoco es inocente. Nadie puede imputar la culpa a un determinado sujeto. Pero el caso es que la renovación y las reformas no pueden esperar más tiempo. Y todo se tiene que hacer desde dentro del Ordenamiento Jurídico-Político con el que nos hemos dotado. Pero es preciso hacerlo.

Nuestros dirigentes, incapaces ya de hacer una gestión minimamente aceptable, se han convertido en vendedores de ilusiones. La ilusión de un Sahara Libre ya no es un motivo para aplaudir al dirigente. Los tiempos que corren exigen unas cualidades, aptitudes y capacidades de las que carecen nuestros actuales gobernantes. El cambio es ya una necesidad imperiosa.

Con estas palabras no quisiera figurar en la estampa de la cabalgada hacia el campo polisario, convertido en el del enemigo, de un destacamento llamado Khat Chahid, que enarbolando la bandera del acervo revolucionario legado por nuestros mártires y la excusa de promover la reforma y la renovación quiere liquidar nuestra Organización. Algo que supongo, sólo es creíble en el negro paisaje mental que abunda en esas latitudes.

Pero en esta era global en la que nos ha tocado vivir, nuestros gobernantes, agotada ya su capacidad para gestionar la res pública después de 30 agotadores años en el poder, han de mover ficha. Ciertamente, es ya apreciable el deterioro de las estructuras del Estado. El cansancio de los metales, se nota. El imparable descenso de la popularidad de la clase política puede, perfectamente, derivar en conflictos de imprevisibles consecuencias. Y está en sus manos hacer que ese descenso no salpique los logros y éxitos del Estado Saharaui. Es decir, evitar que ese descenso de la popularidad desborde los márgenes de la legítima disputa política y termine corroyendo otros principios situados muy por encima de la hoguera política. Sencilla y llanamente es ya indamisible que sigan pasándose a Marruecos más dirigentes.

Cuando el poder se asienta sobre pilares como la delimitación de las competencias y el principio de la jerarquía, todo puede ir bien, pero cuando tales pilares son sustituidos por el compadreo y el clientelismo, cuando todos se deben algo a todos, no hay por donde tirar. Eso posibilita que tengamos que aguantar que un Ministro no se hable con otro, o que el Ministro no se hable con el Director de tal departamento de su propio ministerio.

Tales disfunciones del sistema son las que peor daño hacen a la noción de Estado y son las que deslizan cuesta abajo la confianza ciudadana en las estructuras del Estado, porque se percibe cómo lo personal trasciende lo estatal, cómo el funcionamiento de las instituciones se ve paralizado por las trifulcas interpersonales. Existe, que digamos, una especie de usucapión de las instituciones por parte de las personas que las encabezan.

Quizás un ejemplo pueda ilustrar mejor el idea. Un Gobernador de una Wilaya se niega a facilitar el combustible a las ambulancias de su propia wilaya, alegando que eso es competencia del Ministro de Sanidad. Y como no se hablan entre sí, los enfermos y sus no pocos y ruidosos familiares terminan pagando los platos rotos. (Todos nos convertimos en ruidosos cuando nuestros enfermos son agraviados). Consecuencia: el enfermo y todos los que lo rodean pierden la confianza tanto en el gobierno de la wilaya como en el ministerio. Y cuando después del siguiente Congreso General del POLISARIO, a ese Gobernador lo cambian de wilaya y al Ministro de ministerio, eso hace que la desconfianza se generaliza aún más y alcanza tanto al gobierno de la nueva wilaya como al nuevo ministerio. Y si los enfermos agraviados son de la wilaya más alejada de Rabuni, eso eleva exponencialmente las iras de los ciudadanos.

Ciertamente, nadie les pide que compartan cama, pero en los asuntos que les competen a ambos deben bailar juntos.

Huneifa ibnu Abi Rabiaa, ex vecino de Dajla.

05.04.06

Para contactar con el autor: ibnuabirabiaa@yahoo.es


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