de "ORIENTE MODERNO"
nº 7-12, (julio a diciembre 1989)
A PROPÓSITO DEL SÁHARA OCCIDENTAL:
TESTIMONIOS DE LOS CANARIOS
QUE ALLÍ RESIDIERON DURANTE EL PERIODO COLONIAL
Nicoletta Gandolfi
Entre las fuentes que suelen usarse para analizar el problema del Sáhara Occidental, se tienen poco en cuenta los testimonios ofrecidos por los colonos españoles que vivieron sobre el terreno, codeándose con la población indígena que estaba sedentarizándose en las ciudades 1.
Parece que se ha prestado muy escasa atención a estos testimonios: en efecto, no existe una colección sistemática de los mismos, y lo poco que hay se queda al nivel de simple curiosidad 2, sin que sea utilizado apenas para verificar la escasa, casi inédita, documentación de archivo existente sobre las relaciones entre la población saharaui y la española en los años de la colonización 3.
Sin embargo, a quien esto escribe le parece importante recurrir, al final de su análisis global de la realidad del Sáhara Occidental, a las fuentes orales, y por tanto al testi-monio de los que vivieron en el Sáhara.
Se trata de un primer acercamiento, y más que una prueba de verificación sobre cuanto se ha ido recogiendo la Fondazione Internazionale Lelio Basso en función de su investigación Popolo, Naziones, Stato; il caso del popolo Saharawi 4.
Como ejemplo, se ha optado por un grupo específico de posibles "transmisores": los residentes canarios. De hecho, los canarios han sentido siempre una especial simpatía hacia la población saharaui. efecto de su gran vecindad geográfica, que ha determinado contactos multiseculares, relacionados con la actividad pesquera de los canarios a lo largo de la costa sahariana 5.
Junto a la documentada constatación de una continuidad de la presencia canaria en el área, algunas observaciones por parte de los saharauis hablan de que existió una especial afinidad económicosocial entre colonizadores y colonizados: los canarios se habrían sentido más próximos a la población indígena porque se sentían a su vez un poco colonizados por parte de los españoles del continente. En efecto, las condiciones de mayor pobreza y de un rango social subalterno en la confrontación con los demás españoles empujaban a los colonos a vivir en los mismos espacios de la población subalterna sedentarizada, lo que les empujaba a compartir la vida, las costumbres y los problemas.
El material que ofrecemos como apéndice es fruto de una misión de Bianca María Scarcia, profesora de Islamística en la Universidad de Roma, investigadora de la Fondazione Internazionale Lelio Basso en las Islas Canarias (Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife) en mayo de 1987. Al material así recogido se añaden las entrevistas mantenidas con los canarios emigrados del Sáhara Occidental por el profesor Manuel de Paz, de la Universidad de La Laguna (Tenerife), y sus asistentes, a los que agradecemos su valiosa colaboración.
La Universidad de La Laguna no es nueva al organizar estudios respecto al Sáhara Occidental y su cultura: recordemos entre otros la expedición directa al Sáhara entonces español realizada en 1969 por el profesor Costa, en la que participó uno de nuestros entrevistados. (En aquella ocasión se halló gran semejanza entre los túmulos canarios y los saharauis, con sepulturas de época preislámica. En los túmulos se encontraron molinillos circulares de piedra y utensilios semejantes a los de Canarias, identificables no como ajuar funerario sino como objetos dejados por la población indígena en las tumbas, en cuanto lugar inaccesible y sagrado, por lo tanto inviolable, durante el periodo de nomadeo).
Por lo que respecta a nuestra investigación, digamos ante todo que se decidió conducirla según el aspecto ejemplificador. De hecho, en lugar de entrevistar a todos los ex-residentes en el Sáhara Occidental, se escogieron las categorías sociales más en contacto con la realidad local, y en el interior de ellas, algunas personas que nos parecieron especialmente significativas: que trabajaron en la construcción de las primeras carreteras del Sáhara (ingenieros, contables que distribuían la paga...); que estaban relacionados con la explotación de los fosfatos o en la búsqueda de petróleo, maestros de las ciudades o itinerantes, profesores de Enseñanza Media, médicos militares de reemplazo, arqueólogos o periodistas. Dedicamos otro sector a las mujeres que vivieron en el Sáhara como esposas de funcionarios o de trabajadores, incluso como simples sirvientes. Naturalmente, con todas las excepciones que fuesen necesarias, por la importancia o la anomalía del personaje: es el caso del saharaui que fue secretario del PUNS, el Partido de la Unidad Nacional Saharaui, que hoy reside en Canarias 6 .
Así pues, el material recogido son los testimonios de algunas personas que pertenecieron a varias categorías sociales, aunque no a todas. Los límites quedan claros: el hecho de limitarse a sólo algunos de los residentes canarios, incluso sin seguir criterios de máxima representatividad, nos hace correr el riesgo de proporcionar una visión parcial de la realidad saharaui. De hecho, sería lógico esperar, como limitación de una investigación como la nuestra, que cada persona entrevistada haya ofrecido una visión extremadamente parcial de su propia experiencia en contacto con la población saharaui (por ejemplo, sería lógico suponer que los profesores tuvieran amigos y conocidos de su misma clase social, y no de otra; o que un ama de casa nos ofreciera las confidencias de sus vecinas, gente tan del pueblo llano como ella...)
Señalemos que no cabe ofrecer una imagen de la realidad saharaui demasiado concluyente, dado que la sociedad saharaui no tenía una composición de clases comparable con la nuestra, y tradicionalmente nunca la tuvo.
De aquí la semejanza de un conocimiento un tanto interclasista de la sociedad saharaui por parte de los observadores canarios de cualquier extracción social, y la consiguiente posibilidad de los alcances del conocimiento de un aspecto de cada sector, que pudiera facilitar la comprensión de la realidad global.
En el curso de nuestra investigación sobre los canarios, se decidió seguir una técnica de recogida de materiales poco ortodoxa: a la entrevista rígida, con una serie de respuestas precisas a preguntas rígidas, se prefirió dialogar con cada entrevistado, permitiendo que dispusiera libremente de sus experiencias y sus recuerdos, incluso si todo se apartaba un tanto de la temática de la que se partía. De esa forma, además de llegar a conocer una serie de datos precisos sobre la forma histórica en la que los canarios vivieron su experiencia en el Sáhara, afloraron así detalles de gran interés sobre la cultura material de los saharauis sedentarizados: elementos éstos que no hubieran podido obtenerse haciendo una entrevista al modo clásico 7.
El riesgo eventual era que el lenguaje de personas tan distintas no fuese homogéneo: nos parece haberlo evitado, por haber encontrado una coherencia objetiva de las impresiones y las informaciones obtenidas, de tal forma que el material recogido adquiere importancia para comprender el momento político del paso de la fase colonial a la marcha de España y la invasión del Sáhara Occidental en noviembre de 1975. Todo esto nos ha parecido más decisivo que profundizar en las formulaciones programáticas iniciales: a posteriori, ha prevalecido la importancia del examen de la situación local en la última fase del colonialismo español, y la fractura que se estaba creando en el interior de la sociedad saharaui entre la matriz original árabe-beduina y la nueva realidad urbano-proletaria 8.
Temáticamente, se han destacado algunos problemas: uno de ellos es la situación de la mujer saharaui. El asunto nos parecía de extremo interés por el evidente desacuerdo que encontramos entre la documentación existente 9 . La documentación escrita en épocas coloniales lejanas proporciona de hecho una visión única, pero diametralmente opuesta a los testimonios de la época colonial más reciente.
El material antiguo no consultado, es decir, los recuerdos de los viajeros árabes y europeos desde la Edad Media hasta el comienzo de 1900, presenta a la mujer saharaui como fuerte y libre, sexualmente agresiva, capaz de transmitir la cultura de su pueblo, de participar e intervenir en las asambleas del grupo. Por el contrario, la literatura más reciente, que se refiere a la fase de sedentarización urbana de la población saharaui en los lugares creados por los españoles, muestra a la mujer saharaui como una típica mujer árabe, recogida en espacios reservados, sometida a la ley del marido, sin palabra y sin cultura.
Esto explicaría la alta tasa de analfabetismo femenino que el Frente Polisario denunció recientemente, y que hizo necesaria la creación de una serie de centros para la instrucción de la mujer, especialmente las adultas, en los campamentos de refugiados de Tinduf 10. Que el analfabetismo femenino derivase de los aspectos de la subcultura consolidada en el periodo colonial se deduce de la lectura del diario "La Realidad", editado en el Sáhara 11 . De ahí resulta que los cursos de formación profesional y cultural que España organizaba para los saharauis eran frecuentados exclusivamente por hombres.
Durante la misión realizada en las Canarias, al preguntar expresamente sobre la condición de la mujer, por las respuestas de los canarios entrevistados resultó claro desde el comienzo que se podía trazar una sola imagen, la del modelo reciente árabe-sedentario, perfectamente homologable con el de la mujer marroquí y de todo el norte de África, en contradicción con el hecho de que, en cualquier otro aspecto del modo de vida saharaui que se enfocara (comportamiento, lengua, vestimenta...), por las respuestas deducíamos que existía una diferencia inequívoca y decisiva de la población saharaui respecto a las poblaciones limítrofes, especialmente la marroquí 12.
En este punto se ha sentido la necesidad de un nuevo tipo de verificación, que nos ha llevado a relativizar los resultados de nuestra investigación sobre el territorio, en cuanto era evidente que los modelos de comportamiento de la población saharaui, vistos por los ojos de los canarios, no sólo no aparecían divididos, sino que continuaban apareciendo "extraños" a las visiones del representante del Frente Polisario que formaba parte de nuestro grupo investigador. De hecho, según nuestro método de trabajo (nota 4), a nuestro regreso de las Canarias todo el material recogido fue examinado en común con la componente saharaui de nuestro grupo (por lo que los resultados del trabajo, en cierta medida pueden ser considerados como un trabajo colectivo). Pues bien, la reacción saharaui ante los resultados sobre la condición femenina indicó esencialmente dos cosas: por una parte apareció claro que en la fase de la lucha de liberación, los saharauis han interiorizado una imagen de la mujer que, por sus remotas raíces culturales, es difícil de fijar históricamente, porque corresponde más a una voluntad y a una proyección ideal más que a algo que hubiera existido en el tiempo. Por otra parte, se ha evidenciado la imposibilidad de que cualquier resultado quedase como inamovible, en cuanto sólo podía fijarse un preciso momento histórico, nada más.
Refiriéndonos a la condición femenina, resultaba evidente la existencia de dos modelos contrapuestos: simplificándolos, un modelo bereber-nómada y uno árabe-sedentario reciente, entre los cuales la dicotomía podía ser estructural, así como el modelo antiguo que no podía ser cancelado por la experiencia de la sedentarización (tanto que hoy, en el proyecto ideal y político de la lucha de liberación que se ha estructurado en los campamentos de refugiados en Argelia, un componente destacado espera recuperar una tradición de vida anterior, que evidentemente aún se siente viva dentro).
El hecho de que los colonos canarios hayan captado sólo la imagen estereotipada y retrógrada de la mujer saharaui como mujer árabe sedentaria, encuentra una explicación probable, aunque no es suficiente, en la hipótesis de que los canarios, más allá del momento de simpatía humana que le podía acercar a la población saharaui en las relaciones de trabajo, se encontrasen mantenidos a distancia en un ámbito en el cual emergían de nuevo las diferencias, bajo el disfraz de las tradicionales diferencias contra el hombre blanco sentidas por el habitante del desierto, que se refugia en sus espacios propios (de los cuales, ciertamente, forma parte lo que es femenino) que son difícilmente comprendidos y controlables por parte de los extranjeros.
Podemos aún aventurar la hipótesis de que durante el colonialismo se estuviera favoreciendo una mentalidad "machista" del hombre saharaui, que veía en la sociedad española con la que estaba en contacto, especialmente el modo pequeño-burgués conformista con el que se relacionaba, más "evolucionada" que la propia en cuanto al tratamiento de la mujer. O quizá pueda haberse dado una actitud de mimesis, no sólo con los canarios, sino incluso respecto a las demás sociedades norteafricanas sedentarizadas y limítrofes, lo que es posible que se haya generalizado sobre todo al darse los efectos del fenómeno de la sedentarización urbana incipiente, que relega a la mujer a espacios en que no posee autonomía, aunque parezcan formalmente más avanzados y por lo tanto sean aceptados de forma no crítica.
Por otra parte, al referirnos a los temas directamente políticos, queda claro que la otra incógnita que aparece en las impresiones de los canarios, según los testimonios oculares que captaron acerca del Sáhara Occidental, fue de qué llegaron a enterarse sobre el nacimiento de la lucha de liberación del pueblo saharaui. Por la documentación escrita recibimos noticias muy fragmentadas acerca de la politización progresiva de la población saharaui en el periodo precedente a la última fase del colonialismo español y el abandono por España del Sáhara Occidental en 1975. Los mismos saharauis, por otra parte, hablan de la marcha de España como el momento inicial de su organización nacional "visible", dejándonos una serie de dudas respecto a cuanto pudiera haber habido anteriormente en su toma de conciencia política.
Consultando la documentación, los libros y relatos de los militares españoles, pero también los diarios editados en el Sáhara en tiempos del colonialismo, como "La Realidad" y "Sáhara", encontramos que la opinión pública española se vio absolutamente sorprendida, tanto de la aparición de una organización nacionalista saharaui, como de las maniobras de invasión marroquíes. No parece que hubiera sido percibida antes ningún tipo de organización política nacional saharaui, aparte del Partido de Unidad Nacional (PUNS), que el colonialismo español creó en el último momento para intentar captar las inevitables reivindicaciones de un país que aún vivía, en plenos años 70, sobre las decrépitas estructuras coloniales. Los canarios que sobre ello se expresaron nos confirman esa sorpresa sustancial, y la total desinformación a nivel de masas, mientras aparecen claramente algunos posibles contactos entre los jóvenes españoles que se oponían al régimen franquista, destinados en el Sáhara a batallones de castigo, y las instancias políticas saharauis.
Siguen abiertos los interrogantes sobre los orígenes del nacionalismo saharaui, las formas políticas por las que los saharauis han canalizado su resistencia "natural", y las etapas del recorrido político que les llevaron a las estructuras actuales (gestión de la lucha de liberación y organización del Estado actual, aunque sea en exilio).
Queda dicho que todo el material recogido en las Canarias recoge la legendaria inconquistabilidad del pueblo saharaui. Empujado por una parte a modificar sus modelos de comportamiento, por otra obligado a esconderse o mimetizarse a los ojos de los extranjeros colonizadores para no ser violentamente hostigado, y aceptado además sólo aparentemente en sus mismos espacios vitales, los saharauis nunca revelaron su verdadera identidad política, de forma que podían incluso ofrecer su estima personal, despertar respeto, e incluso simpatía. La política nunca fue un espacio de encuentro, de discusión, de intercambio de opiniones entre los colonizadores, incluso los canarios, y los saharauis; la reserva fue sustancial, en espera de la ocasión del "resurgimiento".
APÉNDICE
Los materiales recogidos en las entrevistas con los canarios que residieron en el Sáhara Occidental hasta noviembre de 1975 se presentan aquí en 4 apartados:
1. La conciencia de los canarios de ser un tipo especial de "colonos colonizados".
A. G., periodista
En el Sáhara Occidental estábamos españoles y españoles; pero algunos, especialmente los menos cultos, miraban a los saharauis como inferiores, con desprecio. Y así empezó a crearse una gran desconfianza respecto a muchos de ellos, mientras con otros se continúa teniendo relaciones de estima y aprecio. Los más inconstantes eran, naturalmente, los de Madrid, presuntuosos como siempre...
L. A. M., maestro
Yo me sentía cercano a los saharauis por ser canario. En definitiva, éramos una especie de colonizados también, aunque fuera de forma distinta. Me gustaba ir a sus casas, las de los niños mayores de la escuela, a tomar el té amigablemente. Era bien aceptado, me sentía bien con ellos, mejor que con los españoles. En aquellos tiempos la sociedad española era extremadamente cerrada y jerárquica, y las mujeres de los suboficiales cedían el sitio a las de los capitanes en la cola, incluso en la iglesia. Imagínense lo que pasaba cuando una saharaui no cedía el sitio en una fila a una señora española...
E. G. B., profesor
Yo era un niño en aquel tiempo, había acompañado a mi familia cuando se fue al Sáhara, una de tantas familias que hicieron lo mismo en los años 60, dando vueltas por el mundo en busca de un poco de pan. Éramos pobres, que buscaban un trabajo honrado, probablemente por eso los saharauis nos aceptaban con menos problemas que a los españoles del Continente.
B. C. B., servicio militar en el Sáhara
Los saharauis tenían mejores relaciones con los canarios que con los españoles del Continente, con los cuales tenían roces en su trabajo. Ellos reaccionaban con cierto desprecio, tanto que los saharauis empezaron a usar la frase de "fuera los españoles".
Relaciones entre los saharauis y las instituciones españolas
A. G., periodista
Respetaban y obedecían al jefe de su propia cabila, y éste gestionaba las relaciones entre ellos. Este jefe había terminado por convertirse en el intermediario del Gobierno español, y hacía lo que los españoles querían...
E. G., escritor
Vivían a su manera, fuera de nuestro alcance y de nuestro control: era frecuente que cogieran su carnet de identidad, que ocuparan un lugar por poco tiempo, y luego se daba uno cuenta de que ya no estaban, habían desaparecido... Por esa inconstancia, la administración española no consiguió hacer un verdadero censo, ni tener la situación bajo control verdadero.
P. F., profesor
No había interferencias entre las dos culturas, saharaui y española; cada una tenía su propio sector de influencia, y era como si los dos sectores fueran vecinos, yuxtapuestos pero no integrados.
N. P., camionero
En los 25 años que pasé en el Sáhara, viajé con distintas empresas. Puedo decir que conocí bien el país, tanto las ciudades como la costa y el interior. Mi impresión es que seguía habiendo una buena parte de los saharauis que no estaban sedentarizados en las ciudades, y continuaban haciendo su vida de siempre. Los españoles no hacían presión para que se sedentarizaran, y repartían camiones de víveres a los nómadas, con lo cual favorecían de hecho la vida en el desierto.
E. G. B., profesor
La administración colonial daba una serie de ayudas, para repartirlas entre las diversas tribus. Como no se entrometía en la vida nómada, en sus reglas, las ayudas se daban a los jefes de las tribus, que las distribuían según su propio criterio. Por esto, los interlocutores con España eran ellos, y buscaban de forma natural que muchos notables colaboraran con la autoridad española. En las ciudades había buenas escuelas, y hospitales decentes: se trataba de inspirar confianza, con el fin de aclimatar a los saharauis en el modo de vida europeo. La policía española, que los tenía en observación, no se inmiscuía en la forma de actuar de los saharauis, por lo menos hasta que empezaron a protestar; entonces llegaron para ellos también las medidas de control que los españoles ya conocíamos.
E. A. G., mecánico
Vivíamos como vecinos, cada uno con su propio estilo de vida, con sus propias reglas. Sin embargo, para los jóvenes saharauis las cosas estaban cambiando: el hecho de estar en la escuela con nuestros hijos, de andar juntos por la calle y frecuentar el instituto, en Tenerife o Salamanca, les hacía sentirse distintos. España seguía la política de no entrometerse demasiado en sus reglas: respetar el momento de la oración, no exigir que trabajaran durante el Ramadán.
E. B., empresario
Había dos clases de saharauis: una estaba más cercana al régimen español, que la favorecía porque parecía más dispuesta a colaborar.
P. B., mecánico de aviación civil
Los abastecimientos de España a los cabezas de tribu saharauis eran objeto de especulación: ellos distribuían el té y el azúcar a quienes les parecía, según su propio interés.
R. E., ama de casa
Yo era una cría, mi padre hacía de camionero en Bu Craa, en las minas de fosfatos. Creo que la vida de los saharauis era muy distinta de la nuestra fuera de la ciudad, pero en la ciudad se vivía de manera idéntica, y para los jóvenes, que en la escuela pasaban con nosotros la mayor parte del tiempo, creo que el impacto del modo de vida español era muy fuerte. Entre los demás, las lecciones eran en castellano, y trataban de la cultura y la historia de España. Para los saharauis había una hora de enseñanza coránica en árabe, y ese era el único momento en que estaban juntos sin nosotros.
L. de C. B., ingeniero
En los 14 años que pasé en el Sáhara, nunca oí hablar de delitos cometidos por los saharauis: debió haberlos, pero probablemente los resolvían entre ellos y no nos enterábamos de nada.
F. P., ingeniero
Más o menos el 80 % de los conflictos eran disputas sobre la propiedad de los camellos y sobre el derecho a abrevar en los pozos: los saharauis arreglaban sus divergencias a través de los notables, y éstos se basaban en su derecho tradicional. Era raro que recurriesen a nuestra autoridad o a la mediación de la Policía Territorial, encargada de mantener el orden fuera de las ciudades, en el desierto.
D. U. M., contable
Cuando había problemas en Bu Craa, los saharauis los resolvían en el ámbito de su tribu o fracción, y sólo en caso de conflictos más graves se llevaban ante el tribunal intertribal.
2. Comportamiento de los saharauis y diferencias entre saharauis y marroquíes
P. B., empleado de aviación civil en el Sáhara
A mí los saharauis me parecían gente correcta y educada, "cultos por naturaleza propia". Más bien se parecían a los mauritanos, pero eran muy distintos de los argelinos y de los marroquíes en todo, desde el color de la piel a los trajes o el comportamiento.
J. L. de B. C., ingeniero
¿Las diferencias entre un saharaui y un marroquí? Un marroquí nunca reza fuera de la mezquita, un saharaui es raro que entre en una. Los saharauis son mucho más independientes, autónomos, y son limpios de cuerpo y de alma, a diferencia de los marroquíes. Entre ellos no hay prostitución ni homosexualidad, son cosas de las que no quieren ni oír hablar, tanto que cuando se habla de ellas, los saharauis se van. Son honrados, y entre ellos existen muy pocos delitos, el robo es duramente castigado, y no hay en absoluto delitos sexuales: encuentro que por eso mismo son muy naturales, no son viciosos.
L. A. M., profesor
Hay una enorme diferencia entre un saharaui y un marroquí,
incluso una diferencia étnica y somática, además
de entre los trajes o el arreglo. Contrariamente a los
marroquíes, los saharauis son un pueblo altivo, noble,
sencillo. Sobre cómo son, le contaré una
anécdota: tenía un alumno que era un genio en
matemáticas, una cosa excepcional; un día vino su padre
a recogerlo para llevárselo con él, a ocuparse de los
rebaños en el desierto. Yo me opuse diciéndole que lo
que debía hacer era fomentar su cultura, y el padre me
respondió diciendo que ocuparse de los rebaños era
cultura, y que hay pocas cosas importantes en la vida: el
rebaño, el alimento, las mujeres y el desierto, y que todo eso
era cultura también.
A ellos les gusta la libertad, y les bastan pocas cosas materiales:
usan los productos del progreso, como el transistor, para mejorar y
no para cambiar su vida habitual. El modo de vida era sencillo y
sobrio, pero no había hambre, no existían diferencias
entre ricos y pobres: quien tenía el respeto de los
demás o pertenecía a una familia noble o de santos, por
ese privilegio no tenía el poder político o el dinero.
Eran muy valientes en la caza, y pasaban horas con un palito en la
boca, hablando amablemente de todo.
A los marroquíes no los vimos nunca, fue sólo hacia el
final cuando empezamos a notar, y con desconfianza, que llegaba gente
de Marruecos: venía de allí a tantear el terreno con
vistas a una posible retirada de España, a lo cual muchos nos
oponíamos, confiando en una línea de integración
de los saharauis.
M. C., maestra
Los saharauis eran todos iguales, y resultaba imposible distinguirlos entre ellos basándose en clases o riquezas. Recuerdo que había diferencias en el corte del pelo entre los niños, pero no sabía a qué se debían. Desde luego, era fácil distinguirlos de los marroquíes, que como comperciantes aparecían a veces en la ciudad: esos vestían a la europea, cosa que no hacían los saharauis, que iban siempre al trabajo con sus trajes tradicionales.
E. P., médico
La gente tenía muy clara las diferencias entre saharauis y marroquíes: para ellos "los moros", con todo el desprecio y racismo que hay en esa palabra, eran los marroquíes, mientras que los saharauis eran "buenos". Y esto lo pensábamos también los militares, quizá para justificar nuestra "afinidad", que concretaba nuestra presencia colonial allí.
L. G., maquinista
En mi opinión, los saharauis se comportaban mejor que los marroquíes, que me eran antipáticos, y que les eran antipáticos a los saharauis también.
E. G. B., profesor
En el desierto convivían, además de los saharauis, algunos blancos, hebreos, marroquíes, argelinos. Los marroquíes eran un grupo de comerciantes, que tenían pequeñas empresas de transporte no muy sofisticadas para comerciar con frutas y verduras de Marruecos en el Sáhara. Se consideraban distintos, incluso superiores.
D. U. M., contable
Eran buenos los saharauis, respetuosos de sus viejos. Se
independizaban rápidamente, pero seguían siendo siempre
muy obsequiosos con los más ancianos: cuando un anciano
expresaba su opinión, para ellos era una orden, y la
respetaban fielmente. No se distinguía entre ellos a un pobre
de un rico; la forma de vestir, el comportamiento, eran iguales. Hay
que tener en cuenta que la cultura de un rico de 80 años, y la
de un pobre de la misma edad, eran absolutamente idénticas,
porque habían nacido en los mismos lugares, los habían
educado de la misma forma, y sólo por una especie de suerte no
tenían los mismos bienes, o no los habían acumulado.
Los únicos ricos que he conocido distintos de los demás
saharauis fueron los hermanos Ben Ali, comerciantes que eran
dueños del Bazar. que vestían a la europea, imitando a
los españoles, y vivían al margen de su misma
comunidad. Incluso en el trabajo en la mina de fosfatos eran todos
iguales, no había diferencias entre ellos en las tareas que
hacían.
Estaban muy apegados a su ambiente tradicional, y era muy
difícil sacarlos de sus costumbres de vida: digo esto porque
el Gobierno español había construido casas junto a las
de ellos, pero los saharauis seguían montando su tienda fuera,
y la casa se convertía en el lugar donde tener las cosas, a
veces a los animales. Noté expresamente que sus valores
tradicionales, su mentalidad la han mantenido siempre, sin
influencias externas.
¿Cómo son los marroquíes? Son distintos: de hecho,
la lengua es completamente otra cosa, y los saharauis no se entienden
con los marroquíes. Además, los saharauis no son
traidores y falsos como los marroquíes, sino abiertos y
leales.
A. G., periodista
La vida y las cosas eran bastantes sencillas: los saharauis
estaban lejísimos, incluso en las cosas materiales, de los
marroquíes; se parecían más quizá a los
mauritanos, con los que tenían parecido tanto en lo artesanal
como en poesía. Luego, su lengua era muy distinta del
árabe; había un capitán que era
intérprete de árabe, hablaba bien esa lengua, y con el
hassanía no le pasaba igual: poquísimos de nosotros
entendíamos una palabra.
Eran gente sencilla, muy apegada al desierto, y los que vivían
en ciudad tenían la costumbre de ir a visitar a los parientes
que seguían haciendo vida de nómadas; si tenían
dinero, alquilaban un land rover y se iban al desierto a pasar sus
vacaciones. En el desierto, los saharauis siempre tenían
consigo el transistor, y si llegaba alguien le pedían siempre
agua o pilas. Vivían de una manera bastante sobria, y
preferían pasar hambre que sacrificar uno de sus animales.
A. T., profesor
Eran gente con un especial estilo de vida, llena de curiosidad, de intuición, capaces de sobrevivir incluso en las condiciones más duras; por ejemplo, durante la misión de estudio que se hizo en medio del desierto, eran capaces de cavar en un tiempo mínimo un horno en el suelo, ponían leña, usaban las brasas y eran capaces de hacer pan fresco todos los días. No concebían otra vida que la suya: yo tenía un amigo saharaui, un tipo extraordinario, que me prometió que un día vendría a visitarme a la Universidad de La Laguna, mataríamos un cabrito, y nos lo comeríamos delante mismo de la Universidad.
M. P., maestro
Su vida era muy sencilla, y su dieta muy pobre; arroz, leche, y sólo cuando llegaba un huésped mataban una cabra, pero como si se privasen de un bien precioso. Comían incluso camellos, pero sólo cuando éstos estaban enfermos 13.
P. F., ingeniero
Yo había vivido siempre en Marruecos, y luego me fui a
estudiar a Madrid. Cuando llegué al Sáhara Occidental,
la primera impresión fue que aquello era un país
completamente nuevo, y un pueblo absolutamente distinto. La mayor
parte de ellos sabía escribir en su lengua propia, el
hassanía, incluso siendo nómadas y bastante pobres.
Eran abiertos y curiosos, cultos aunque de un modo distinto a como lo
entendemos nosotros. No tenían propiedad, y los pastores,
después de la estación de las lluvias, recogían
lo poco que tenían, y se apostaban con su rebaño cerca
de lugar habitado, repasando aquella zona que yo llamaría
"amplia y concreta", en la que se les dejaba cierto derecho a pasar y
recoger. Los saharauis son gente sencilla y fantasiosa: les gusta
contar cosas fantásticas, de caza, historias de los
antepasados, empresas de montar en camello resistiendo enormemente la
fatiga. Y luego, hablan abiertamente de cosas sexuales, de las que
nosotros más bien nos avergonzaríamos. Yo, que
después de tantos años pasados en Marruecos sigo
teniendo amistad con muchos marroquíes, puedo decirle que, no
importa lo que ocurriese en el pasado remoto, ahora son completamente
distintos de los saharauis. Con Marruecos, los saharauis no tienen
ninguna relación, ni siquiera de tipo espiritual, diga lo que
diga el Hassan. Quizá hubieran tenido, algunos tribus por lo
menos, relaciones con los emires mauritanos, pero del rey de
Marruecos yo creo que hasta unos años antes, los saharauis no
habían oído hablar siquiera.
Hay otra cosa que me parece que indica la gran diferencia entre
saharauis y marroquíes, y es todo lo relacionado con la
religión. Los saharauis son muy tolerantes y más bien
relajados en la aplicación de las leyes coránicas
14. Durante el Ramadán, si
están de viaje, cosa que practican continuamente, comen y
beben, lo que ciertamente no sucede en Marruecos. Y luego hubo la
experiencia de la llegada por primera vez al Sáhara Occidental
de tropas regulares no españolas: los "tiradores de Ifni", la
mayoría de los cuales eran marroquíes. Se comenta lo
sorprendidísimas que estaban estas tropas de ver cómo a
esta gente la entendían con dificultad, y los sentían
lejanos, a pesar de tener una misma religión. Para los
saharauis eran "gente del Norte", nada más. Lo curioso era que
algunos marroquíes me preguntaban, estupefactos, qué
significaban algunas palabras en hassanía que habían
oído, les sorprendía la elegancia de cómo
sonaban, pero no comprendían.
E. B., empresario
En mi opinión, la mayoría de los saharauis
había convivido siempre bien con los españoles, y
quizá por causa o como consecuencia de esto, se sentían
una "nación aparte" de los demás árabes vecinos.
Los saharauis se sentían "saharianos españoles".
Respecto a los demás árabes, había algunas
diferencias muy visibles: los turbantes, los mantos, los colores eran
muy distintos y con formas diferentes de las de los
marroquíes.
I. G., secretaria
¿Quiere que compare a un saharaui con un marroquí? ¡Pero si son tan distintos como un huevo de una castaña!
3. La imagen de la mujer saharaui
M. P., militar en el Sáhara Occidental
Las mujeres se podían comprar con camellos, pero los saharauis buscaban ocultarnos este fenómeno a los occidentales. Naturalmente, eran los ricos quienes podían permitirse varias mujeres, y los pobres no tenían más que una. Las mujeres estaban sometidas, y era difícil comunicarse con ellas, entre otras cosas porque no hablaban español.
J.L. C. B., ingeniero
La familia esta muy unida, con muchos hijos. La mujer contaba poco, si no era en la gestión de la tienda. Podían estar presentes cuando estaban los hombres españoles, pero no podían tener con nosotros ninguna relación de conocimiento, y mucho menos otra cosa.
L.A. M., profesor de ciencias y matemáticas
Eran muy reservados en su relación con las mujeres, que eran absolutamente inaccesibles para los españoles.
A. G., periodista
La mujer dependía del padre de forma absoluta en lo que respecta al primer matrimonio; sólo el divorcio le permitía acceder a otro esposo. Incluso se casaban con quien no conocían de nada. Si después uno tenía dinero podía tener las mujeres que quisiera.
M. C., maestra
Las mujeres no podían trabajar si no era en su tienda, y no se salían de ella. Pero cuando andaban por la playa del Aaiún iban mujeres y hombres juntos.
B. C. B., militar en el Sáhara Occidental, empleado ahora
Había mujeres que vestían a la europea, y eran las más jóvenes, y había también mujeres que iban enteramente cubiertas con los mantos tradicionales. Había hombres que tenían una sola mujer, y hombres que en la misma casa tenían a muchas mujeres, compradas con camellos o sacos de grano . Creo que esta costumbre existía sólo entre los pudientes.
D. U. M., contable y su mujer, ama de casa
Ella: las mujeres estaban acostumbradas al juego del marido, y soportaban incluso que éste tuviera otras mujeres, e hijos de ellas. Mi mejor amiga era una saharaui vecina de mi casa, que me contaba que se había visto obligada a casarse con un viejo rico. Después se había enamorado de un primo, pero tenía mucho cuidado de no decirlo, porque no sabía qué le habría hecho la familia de haberlo sabido. Podía suceder que hubiese parejas mixtas, un saharaui y una española, pero una saharaui nunca hubiera podido tener contacto con un español. Los matrimonios mixtos se celebraban con el rito católico, y el hombre saharaui debía convertirse, incluso sin creerlo, a nuestra religión; pero no me parece que esto representara un gran problema.
Él: La mujer saharaui no tenía voz ninguna en público, lo único que tenía que hacer era tener hijos y criarlos. Su vida era bestial: eran ellas las que recogían la leña, el agua, las que limpiaban y recogían la tienda. Era posible verlas cargar de manera increíble, e ir detrás del marido, que incluso podía ir encima de un burro. Yo, que aprecio mucho a los saharauis, debo decir que con la mujer eran verdaderos gandules, tanto los ricos como los pobres. Incluso entre mis trabajadores de la mina de fosfatos existía la poligamia, y los veía vivir todos juntos, mujeres e hijos bajo la misma tienda.
I. G., secretaria
En la escuela infantil estaban juntos niños y niñas, casi en el mismo número. Pero luego, cuando iban creciendo, el número de mujeres iba rebajándose, hasta que las chicas desaparecían de clase completamente.
E. G. B., profesor
Era muy pocas las chicas que estudiaban de verdad, y no
sólo "economía doméstica", en los cursos
reservados para ellas. Diré que recuerdo 4 ó 5 como
máximo en mi historia de estudiante en el Sáhara. La
mujer saharaui vivía entre las paredes domésticas, y
cuando me pasaba a ver a mis amigos en su casa, era raro que me
encontrara con ellas en el espacio de reunión. Pero me parece
que después, cuando al terminar el invierno los saharauis se
iban de la ciudad para moverse por el desierto con el ganado, eran
justamente las mujeres las que organizaban la marcha, las que
preparaban las provisiones, la tienda.
El único testimonio de que hubiera algo distinto, es de P. F.,
una maestra que, habiendo llegado al Sáhara en la primera
parte de la sedentarización urbana de los años 50-60,
había tenido posibilidad de observar otro tipo de sociedad,
más primitiva y más parecida a los cánones de la
sociedad nómada.
P. F., militar de reemplazo en el Sáhara Occidental
De forma distinta que en Marruecos, aquí las mujeres podían charlar con los hombres en sus tiendas; tenían siempre el rostro cubierto, se las trataba con gran respeto. En la tienda, cuando llegaba un visitante, todas las mujeres participaban en la conversación, aparte la nueva esposa del hijo, que se mantenía aparte en silencio. Existía la poligamia, pero sólo para los muy ricos. Los demás se divorciaban con mucha facilidad, porque era muy sencillo buscarse otra mujer, de igual forma que la mujer podía buscarse otro marido.
4. Valoración de la política española e del situación local, en el periodo anterior a la invasión marroquí y la salida de España en noviembre 1975
P. F., militar de reemplazo en el Sáhara Occidental
Nadie pensaba en absoluto, en aquellos tiempos, que España pudiera irse del Sáhara; nadie pensaba en lo que pasó en el Sáhara Occidental a la muerte de Franco; ni siquiera se imaginaba nadie las reivindicaciones de los saharauis. Todo parecía que estaba muy lejos, todo era hipotético, para nosotros la situación del Sáhara hubiera podido seguir siendo la misma otros 20 ó 50 años... Los primeros motivos serios de descontento por parte de la población local fueron cuando, hacia 1970, España impuso a unos chiujs que estaban bajo su control. Los saharauis, vinculados como estaban a sus estructuras democráticas, patriarcales, de gobierno tradicional, se rebelaron...
P. F., profesor
Nosotros sabíamos poco de política, y de España no nos llegaban noticias ni comentarios sobre la situación. Estábamos completamente a oscuras de lo que estaba pasando. Sabíamos que los saharauis de la Yemáa eran buenos, y que el PUNS gozaba del apoyo español. De hecho, sólo algunos intelectuales conocían la existencia del Frente Polisario.
F. P., médico
En 1971, cuando estuve yo, la situación en el Sáhara Occidental estaba muy tranquila. No recuerdo ningún incidente en el periodo en el que presté servicio como teniente médico del batallón de tropas nómadas. Y no recuerdo situaciones de peligro o de simple inquietud durante toda mi estancia.
M. C., maestra
España hubiera debido comprender que algo había
debajo, tras los episodios y encontronazos con los saharauis en el
barrio de Casas de Piedra, 1970 .
Había descontento entre los saharauis, evidentemente, pero los
españoles no lo entendían: ¿no tenían los
saharauis todo lo que necesitaban? Algunos españoles
más abiertos entendían quizá sus demandas, pero
sin hacer nada para salir a su encuentro. Después hubo un
episodio que hizo comprender que las cosas no estaban tan tranquilas:
el Frente Polisario secuestró a Antonio Martín, un
canario propietario de camiones, en 1974. Fue bien tratado, y mandaba
mensajes a sus familiares diciendo que el único responsable de
su secuestro era el Gobierno español con su política
absurda, es decir, se puso de parte de los saharauis. Queda dicho que
el único partido saharaui oficial era el PUNS, que teniendo el
aspecto de ser saharaui estaba formado por personas del lugar que se
habían formado en España. Pero, dispuesto como estaba
para aceptar todo lo que le viniera impuesto, al final el PUNS no
representaba a nadie, sólo había sido creado para
retrasar el desastre.
D. S. N., secretario del PUNS
El PUNS se fue formando cuando ya el pueblo saharaui se
temía el genocidio por parte de Marruecos, incluso si
aún estaba bajo la protección de España. La
España de aquel tiempo pensaba descolonizar el Sáhara
Occidental, y decía: "No negociamos con el Frente Polisario,
que es un siervo de Rusia, pero si hubiera otra organización
saharaui flexible al diálogo... entonces podríamos
darle la independencia". Y esta organización se formó
con el apoyo español, en el interior del territorio de su
provincia aún ocupada. Participó mucha gente, pero me
di cuenta pronto de que España no podía hacer gran
cosa, y la gente acabó por quedar dividida. El PUNS fue un
partido democrático a la europea, con representantes de
distintas ideas, incluso comunistas: estaban la izquierda, la derecha
y el centro.
Había un estatuto. Como partido, tomamos contacto con Sadat y
la Liga Árabe. No tuvimos contactos con Marruecos, justamente
porque nuestra organización y nuestra ideología estaban
contra ellos, así nuestro proyecto era informar a la
opinión pública, y Marruecos estaba
organizándolo todo contra nosotros. Los cuadros dirigentes
eran universitarios de cultura española, pero había
conciencia de que con el tiempo se hubiera debido arabizarlo todo.
La forma de Estado que imaginábamos era una democracia
parlamentaria con una presidencia; hubiéramos tomado de
Occidente la tecnología, pero luego hubiéramos
intentado adaptarlo todo a nuestra forma de cultura árabe.
Pienso que en aquellos tiempos llegamos a ser unos 20.000 inscritos,
y muchos de ellos terminaron por incorporarse al Frente Polisario.
Hacíamos incluso Congresos, y los documentos pienso que
estarán aún en posesión de España.
J.-C. de C. B., ingeniero
España no tuvo mayores problemas para controlar la
población saharaui, y debo decir que no hubo tampoco grandes
problemas de comprensión, porque siempre me pareció, en
todos los años que pasé en el Sáhara, que no se
cuestionaba la presencia española. Sólo cuando se
empezó a hablar de censo, cuando empezaron en 1975 las
manifestaciones por la visita de la ONU , cuando ya se hablaba de la
muerte próxima de Franco, nos dimos cuenta de que las cosas
estaban cambiando de verdad. El único episodio precedente que
recuerdo fue en 1970, cuando el gobernador hizo venir a El
Aaiún, para elegir a la Yemáa, a gente de Villa
Cisneros y de La Güera; pero fue un error, porque era gente con
ideas diferentes, y hubo encuentros con intervenciones muy duras de
la policía. Sólo con la fundación del Frente
Polisario se hizo luego la unión de los saharauis, que hubiera
permitido adquirir mayor fuerza en sus luchas con España y una
autonomía en sus confrontaciones.
Las relaciones entre España y los saharauis se
mantenían a través de la Asamblea de sus jefes;
España había elegido a algunos de estos jefes, a los
cuales pasaba dinero, que ellos distribuían, lo mismo que las
órdenes recibidas. Un jefe que recuerdo era El Jatri , al que
le gustaba la buena vida, y que después se fue con Hassan para
sacar algo; luego, cuando se vio prisionero de él hubiera
querido acuchillarlo, pero ya era demasiado tarde.
A. G., periodista
Después de la formación, por una parte del Frente Polisario y por otra del PUNS, la situación estaba clara: los chiuj nombrados por el Gobierno español, de hecho no eran más que espías bien pagados por su actividad de información, y estaban mal vistos por la población. El mismo PUNS no era más que una invención del Gobierno. Lo pudimos constatar cuando la visita de la Comisión de la ONU en 1975, ante la cual hubo manifestaciones masivas en favor del Polisario, mientras que el PUNS se reveló como sólo un grupito de notables. Hay que decir sin embargo que incluso el PUNS, formado por individuos ambiciosos, era un movimiento de corte nacionalista, y sus miembros consideraban a Marruecos como enemigo invasor.
D. U. M., contable
Nunca he visto reuniones políticas en los puestos de
trabajo: los saharauis se reunían, pero clandestinamente,
incluso a veces debajo de tus narices, y a nosotros nos
parecía que estaban charlando. La verdad es que nadie
podía entender lo que estaban diciendo.
En un lugar en la que trabajé, conocí de cerca a muchos
de los que, con el tiempo, se convertirían en los jefes
históricos y elementos fundamentales del Frente Polisario. Por
ejemplo, conocí a El Uali, que después murió en
la guerra de liberación, y se convirtió en
símbolo y en jefe carismático del movimiento. Puedo
decir que fui amigo suyo, aunque nunca hablé de
política con él. Honestamente debo decir que nunca fui
consciente de su influencia política sobre los
compañeros de trabajo. Quizá el Gobierno tuviera alguna
sospecha, hasta cierto punto, porque lo destinaron a otra parte,
junto con los que eran de poca confianza.
Recuerdo una situación muy tranquila en general, con pocos
episodios de desorden, antes de 1974-75; de hecho, lo de Casas de
Piedra en 1970 fue lo único que vi. En aquella ocasión
se pelearon los saharauis que apoyaban a España con los que
eran contrarios , y hubo algunos heridos, y una intervención
muy dura, cosa insólita, de la policía española.
Hacia el final de 1974 empezaron las tensiones, y las noticias sobre
desórdenes. España, acobardada ante la noticia de que
se había formado el movimiento nacionalista saharaui,
creó un partido, el PUNS, formado por saharauis que
habían estudiado en España y que formaban parte de la
Yemáa, la asamblea de notables creada por España en el
Sáhara Occidental. Entre ellos recuerdo que estaba El Jatri,
que luego resultó ser un traidor a su pueblo y a
España, porque acabó por huir a Marruecos poco antes de
la "marcha verde".
P. F., ingeniero
Los controles españoles en el Sáhara Occidental habían empezado de forma especial. No eran tropas de ocupación, y a veces era un cuerpo de policía mixto, con saharauis y españoles; la tropa era de saharauis, los mandos españoles. Personalmente, yo era muy amigo de los saharauis, y prefería estar con ellos a estar con los españoles del círculo. Las cosas empezaron a cambiar cuando España ofreció su apoyo a las tribus que combatían contra las tropas francesas en Mauritania: se formó así un embrión de lucha armada, que a partir de la lucha antifrancesa tomaron conciencia nacional contra nosotros . España reaccionó de manera torpe: cuando vio que se formaba el problema, eran ya los años 19691970, mandó las tropas de la Legión. Los saharauis se sintieron invadidos, y yo, que estaba allí desde 1947 y nunca había asistido a tensiones ni a problemas, vi las primeras hostilidades contra nosotros. Fue un momento delicado, del que aún discuto con los saharauis, cuando el alcalde español decidió denominar él mismo a los jefes de la Yemáa, sustituyendo a los viejos con otros nuevos, fieles a la política española: los saharauis criticaron duramente esta decisión, y empezaron a rebelarse abiertamente. La chispa que hizo estallar la situación fue en octubre de 1974 , un año antes de la invasión marroquí. En el campo de aviación de El Aaiún, había sido convocada toda la gente de la Yemáa para dar la bienvenida al nuevo alcalde. Pero esta manifestación tomó el tono de protesta, y el pobre Gobernador, buen hombre en el fondo, lo conocí bien, tuvo la idea de llamar a la Legión, única fuerza que tenía a su disposición. La Legión llegó, no disponía de material para disolver la manifestación, y atacó disparando con metralleta . De este episodio nació la rebelión armada contra la ocupación española. Es necesario decir que no fue más que una consecuencia de la larga serie de errores políticos por parte de España.
E. D. G., escritor, servicio militar en el Sáhara Occidental
En 1974 empezaron los desórdenes serios: respecto a los que sucedieron en 1970, la diferencia era que la gente se rebelaba ahora en nombre de la unidad nacional saharaui, signo de que había conciencia de un sentimiento nacional. De dónde nació ese sentimiento, no lo sé: excuso decir que los españoles habían influenciado de alguna forma la formación de la ideología saharaui, y que el modelo del Frente Polisario había tomado cuenta de otros modelos importantes para los jóvenes españoles. De hecho, para nosotros el Sáhara era un lugar donde se iba a hacer el servicio militar, y esto iba también para los de izquierda, concentrados todos en la lucha anti-franquista en la patria, aquí en el Sáhara sentían que no podían hacer nada mientras vistieran de uniforme. Cierto, la situación ya no era la de siempre, la que yo había vivido durante mi reemplazo en 1973; ahora las escaramuzas con los saharauis eran sin derramamiento de sangre, y estábamos casi acostumbrados a que llegaran, atacaran un convoy militar español, y se marcharan luego tras esta demostración ofensiva sin haber herido a nadie. Por nuestra parte, la orden era de no responder al fuego, a menos que se viera amenazada nuestra vida. Naturalmente, la prensa de España no reflejaba nada de estos hechos, la dictadura no permitía que pasar ninguna noticia. Lo que nosotros sabíamos como militares de la situación en el Sáhara era sólo lo que podíamos captar en la BBC, con la radio de un amigo que era muy potente. Sólo en 1974, ya casi al final del todo, cambiaron de verdad las cosas: las relaciones con la población saharaui se volvieron muy tensas, y se llegó a insultar a los españoles en medio de la calle, mientras que antes lo que había entre las dos poblaciones de la ciudad era distensión y cortesía.
M. P., maestro
La verdad es que todo lo que sucedió a partir de 1974 me cogió absolutamente por sorpresa: todo, aparentemente, parecía tranquilísimo. No me hubiera venido a la cabeza que existiera un movimiento independentista. Evidentemente, nos habían ocultado todas las informaciones referentes al Frente Polisario. Cuando vivía en El Aaiún, me parecía poder decirles a todos los saharauis que vivían en la ciudad que no podían tener queja de los españoles, dado que vivían cómodamente por cuenta del Gobierno, que los trataba con guantes. Yo nunca vi manifestaciones ni escritos antiespañoles. Estuve en Smara, en Bu Cráa y no noté ningún signo de efervescencia política. Hice guardia incluso en la cárcel de El Aaiún, y ya le digo, nunca he visto nada más tranquilo. Había algunos presos, pero no sabría decir si eran políticos, una cuarentena o unos pocos incontrolados. En suma, en El Aaiún se respiraba tranquilidad, políticamente incluso. El único problema que me pareció notar fue que el Gobierno español había adoptado una política de incentivación de la rivalidad entre las tribus, "viciando" a algunas en beneficio propio.
A. G., periodista
Todo había estado siempre tranquilo, hasta finales de 1974. Y fue sólo en 1975, con ocasión de la visita de la ONU, cuando vi por primera vez panfletos y escritos políticos. Cierto, la propaganda del Polisario nunca la habíamos visto escrita, porque si la cogíamos estábamos locos...
E. C. B., militar en el Sáhara en el último periodo de la ocupación española
La propaganda de los saharauis creo que la hacían de forma oral, por "octavillas": no había periódicos que se opusieran al régimen, ni nuestros ni de ellos. Tuve ocasión de asistir a las manifestaciones que se hicieron en el aeropuerto para recibir a la misión de la ONU. Permanecimos horas encerrados en el aeropuerto sin poder salir, había miles de saharauis que lo ocupaban. En el ejército era de un cuerpo que se llamaba de "tropas nómadas", que tenía funciones de policía territorial, compuesto de saharauis y españoles. Bien, una noche hacía yo la guardia con ellos, y me pasó que silenciosamente se me escaparon de al lado, llevándose las armas y todo, hacia Tinduf vinieron y más tarde, a saber.
I. G., secretaria
Nosotros, como gente sencilla, no sabíamos nada de lo que estaba pasando políticamente; es posible que sólo la gente del Gobierno supiera algo más que nosotros, trabajadores, que dada la situación política del régimen, bien poco sabíamos. Las noticias que llegaban a la escuela eran rumores que repetían lo que otro había oído decir. Al final, se empezaron a ver manifestaciones con las banderas del Frente Polisario, y carteles que siempre eran los mismos, pintados y repintados. Luego empezaron los atentados, y nadie se esperaba que la situación se precipitara. Hubo incluso una visita al Sáhara del entonces príncipe Juan Carlos de España: una cosa ridícula, si se piensa bien, porque vino a decir que la evacuación no era una perspectiva inmediata, y dijo a todos los comerciantes y a los trabajadores que estuvieran tranquilos, que no era cosa que pudiera suceder de un día para otro. Al final, El Aaiún era una ciudad militarizada, sin embargo se decía que la gente se estaba yendo. Yo digo que cuando se quiere preparar a la gente se la prepara, y no se la engaña así.
E. G. B., profesor
Los estudiantes saharauis, que habían hecho estudios medios
en Tenerife y en España. pero incluso en Asturias en la
facultad de Ingeniería de Minas, en mi opinión fueron
los que animaron la cosa, y sentaron las bases del Frente Polisario .
En el verano volvían al Sáhara y hacían
propaganda y proselitismo de las nuevas ideas entre los
jóvenes de la ciudad, y esto, con una propaganda cara a cara
por falta de otros medios de información y de estructuras, con
los demás jóvenes y toda la población. En la
escuela, el clima, que antes era tranquilo, se puso tenso. Desde 1974
empezó a suceder que por la mañana faltase alguien que
desaparecía después; las noticias eran que había
sido encarcelado o que no volvía más. El último
año, 1975, fue terrible: había alambre de espinos
alrededor de los barrios saharauis, los chicos en la escuela estaban
agitadísimos, las desapariciones eran frecuentes. En el cine
estábamos compañías enteras de soldados
españoles en atuendo de guerra.
5. La invasión marroquí y la evacuación (noviembre 1975)
E. G. B., profesor
Los soldados españoles, más o menos sin tener ni
idea de la situación política, a finales de octubre de
1975 fueron enviados a la frontera con Marruecos, que parecía
poco segura; se colocó alambre de espinos y minas para retener
una posible invasión. Mientras tanto, lo supimos
después, el ministro Arias Navarro y Hassan II se
habían puesto de acuerdo, bajo presión de fuerzas
interiores españolas con fuertes intereses en Marruecos. Se
negoció la retirada de España, y al final de la
reunión se difundió una orden para todos: España
tenía que irse, sin reaccionar de ninguna forma. A nosotros
nos tocó evacuar precipitadamente: el Frente Polisario, que se
había ido organizando en el exterior, entró a toda
prisa para asegurar que los saharauis se libraran de la masacre y de
la violencia de la invasión. En Guinea Ecuatorial, en Ifni en
1958, el comportamiento de España fue siempre el mismo: una
fuga precipitada. Y nosotros, los emigrantes, nos vimos teniendo que
gestionar la ruina, la pérdida de todos los bienes y del
trabajo, la de nuestras casas.
En mi opinión, quedaron bien pocos saharauis en Villa Cisneros
y en El Aaiún, porque me parece que la mayoría no
vivía en las ciudades.
R. E., ama de casa
No nos habían dicho oficialmente nada a propósito de
la Marcha Verde: supimos por la televisión y por la radio, que
seguíamos desde nuestras casas aterrorizados, que Marruecos
estaba invadiendo la frontera norte, que España estaba de
acuerdo y que se estaba retirando, y que nosotros no debíamos
reaccionar.
Se trataba de obedecer sin pensar en oponerse, sin pensar en nada,
mientras los tanques de nuestras fuerzas armadas, dando vueltas por
la ciudad como locos, aplastaban las aceras y toda la policía
estaba en estado de alarma, sin saber qué hacer.
B. C. B., militar en el Sáhara
Para mí, la Marcha Verde fue una verdadera pantomima por
parte de España, un engaño ante la opinión
pública nuestra, de los españoles, y la de los
saharauis.
Todo estaba preparado. Yo, que volvía a España el 17 de
noviembre, me enteré tres o cuatro días después
de que mis compañeros de mili se habían encontrado en
esta situación: por una parte, el ejército
marroquí (cosa distinta a los pacíficos habitantes del
lugar con sus familias), y por el otro el Frente Polisario; en medio,
el ejército español. No se sabía si había
que disparar contra uno o contra otro. Los últimos
españoles que dejaron el Sáhara fueron personas de
Fuerteventura que tenían orden de poner bombas en las minas de
fosfatos de Cabeza Milaya.
I. G., secretaria
De pronto fue una merienda de negros, la forma como se presentaron los acontecimientos; la gente huía, cayéndose por las escaleras literalmente, con la angustia de irse. Si hablara, le digo una cosa, aquello fue una venta...
P. B., mecánico
La evacuación fue una cosa terrible, una completa
desorganización. Cada uno hacía lo que podía, no
había instrucciones de ningún tipo por parte de las
autoridades. Es cierto que antes del final, los españoles
habíamos preguntado al Gobierno qué hacer en caso de
peligro, pero no hubo respuesta ninguna, o en el momento necesario
nadie encontró los documentos, que en la confusión
habían desaparecido. El hecho es que la gente se
precipitó a las playas para embarcar a sus familias, y
encontraron que los anfibios preparados por el ejército
tenían hasta vías de agua.
Una verdadera vergüenza. Piense que la mayoría de los
paquetes que fueron expedidos hacia la patria, acabaron por
transportarse a Las Palmas, a causa de la desorganización del
momento.
J. R. H., mecánico
La España de 1975 se comportó bastante mal con los saharauis, pero no lo hizo mejor con los canarios, pobres de nosotros, que habíamos ido al Sáhara a ganarnos un pedazo de pan. Creo que hubiera habido que contar más con los españoles del Sáhara, y no ceder a las pretensiones de Marruecos. Cierto, la confusión del momento histórico era grande, todo estaba cambiando a la vez, se ponía todo en discusión. España no sabía qué hacer.
R. R., mecánico
Al irse España, los saharianos perdieron su tierra, incluso algunos desgraciados lo perdimos todo. Yo recibí como indemnización 23.000 pts., y perdí la casa y la tierra, que era de lo que vivía. Pero, ciertamente, hubo ricos que encontraron la manera de sacar provecho de todo lo que pasaba.
A. G., periodista
¿Por qué acabó así todo? La verdad es que España no había mantenido nunca una posición firme respecto al Sáhara, haciendo toda una serie de concesiones, pequeñas y grandes, en lo que respecta a la frontera con Marruecos, como pasó en Tarfaya en 1958. Evidentemente, Hassan había decidido aprovechar el momento de debilidad de España a causa de la agonía de Franco, y quizá había también fuertes intereses de tipo económico entre Hassan II y elementos de la clase que estaba en el poder entonces en España. Cuando llegó el momento de la evacuación me vino a la cabeza un terrible recuerdo de la infancia: de cuando tenía 10 años, y Cabo Juby (Tarfaya) quedó asignado a Marruecos, sin que nosotros pudiésemos oponernos de ninguna forma. También en aquel caso, la evacuación llegó de la noche a la mañana. Yo lloraba desesperadamente, porque nos vimos obligados a huir, a dejarlo atrás todo, nuestra vida entera.
traducción de F. Guijarro Arcastomado de Internet,
Dirección en la red del original italiano: http://www.saharawi.org/Archivio/Documenti/orientemoderno.htm
NOTA DEL TRADUCTOR
Aunque sea en de 2001, al conocer por Internet estos textos en italiano los he traducido, porque tienen gran interés para quienes apoyamos al pueblo saharaui.
Muy especialmente, respecto al papel de la mujer en la sociedad del Sáhara. Un papel que por haberlo conocido en la actual situación, no reconozco tal como lo describen los canarios que estuvieron en el Sáhara-colonia. ¿Tanto han cambiado ellas? Todo me parece indicar que sí, y es algo que ya había intuido por los muy escasos documentales y otros testimonios semejantes de aquellos tiempos. El trabajo de las mujeres del F. Polisario sobre su propio grupo social ha sido sencillamente fascinante. Hoy son otra cosa: completamente distintas.
¿Fue el colonialismo franquista español lo que relegó a las mujeres saharauis al papel social que aquí nos describen los canarios? Por una parte, existe el completo desconocimiento de a quiénes se tenía al lado que sale a relucir en estos testimonios. Pero por debajo de ese condicionamiento en la percepción, la pregunta es otra: ¿funcionaban así realmente las mujeres saharauis en la época franquista? Deprime pensar que sí. Y lo que aparece en otros testimonios anteriores, como por ejemplo las Memorias del Coronel Bens, va en la misma línea.
Pero, muy de acuerdo con las reflexiones que hace Nicoletta Gandolfi, cabe la pregunta sustancial: la espléndida imagen de mujer concienciada, madura, dueña de su destino, que ofrecen actualmente las mujeres saharauis en la Escuela "27 de Febrero", ¿es enteramente nueva, creada según un sueño, o brota de la tradición? ¿Han soñado las responsables -me tienta enormemente decir "responsablas"- de la Escuela con una mujer ideal, usando la "ingeniería de la conducta" al modo de Skinner, para crear ex novo? ¿...O bien han conseguido reconstruir un magnífico modelo de mujer tal como las saharauis -de nuevo me encantaría decir "saharauas"- tal como fueron? ¡Lo maravilloso es que, según los escasos testimonios que tenemos de épocas anteriores, todo hace pensar que sí! ¡En épocas tan remotas como la unificación creada por los almorávides, originarios como se sabe del Sáhara Occidental (lo dice hasta el marroquí, ahora vendido, Abdallah Laroui en su "Histoire du Maghreb"), ya se hablaba de lo muy liberales, maduras, abiertas de costumbres, que eran las mujeres de esta etnia... en el siglo XI! Me deslumbra pensar que el trabajo de estas magníficas mujeres del Sáhara ha sido sólo recuperar su tradición, por encima de los falsos moldes que un mal llamado "progreso" occidental les impuso.
Y en ese sentido, con todos mis respetos al histórico personaje y sus circunstancias sociales del momento, qué ridículo resulta el coronel Bens cuando afirmaba la superioridad española sobre sus colonizados. Qué diablos: en este aspecto muy especialmente, ¡los y las saharauis nos dan cien vueltas! En madurez social como en otros aspectos, tienen mucho que enseñarnos a los occidentales, españoles y europeos.
Por lo demás, otra cosa duele bastante en estos testimonios: que pese a la buena voluntad hacia los saharauis, y la simpatía que éstos despertaban en los colonizadores canarios por circunstancias que la Gandolfi expone muy bien, no se enteraron de lo que estaba pasando en sus mismas narices. Consecuencia del franquismo, que impedía la correcta información, en prensa y otros medios que no había, de lo que pasaba en el Sáhara. Pero creo que queda muy claro en los mismos testimonios de estos trabajadores de la colonia, según los expone la investigadora italiana. Buen trabajo éste, aunque fuera en las fechas en que se hizo y sin contar con la bibliografía de que ahora disponemos, las dos obras de J. R. Diego Aguirre sobre todo (Historia del Sáhara Español / La verdad de una traición y también Guerra en el Sáhara).
He traducido estos textos, y los ofrezco ahora, con un interés expreso: está aún por escribir la gran obra que exponga con la adecuada profundidad el trabajo de estas mujeres del Sáhara, la fascinante evolución de la mujer saharaui en búsqueda de una identidad anterior perdida, así como una reconstrucción de cómo fue este modelo de mujer en el pasado. Y es trabajo que debe ser hecho por una mujer o varias. Lo que podamos aportar los hombres, vendrá siempre desde otra dimensión de género, muy mediatizada por tanto. Sin los falsos radicalismos negativamente feministas ya sabidos (por si hay que decirlo, tengo profunda fe en un feminismo inteligente, positivo), creo que hay un magnífico campo ahí para trabajar. Pero deberá nacer de muchos diálogos "de mujer a mujer", donde los hombres estaremos siempre un escalón por detrás. Con esa intención hago este trabajillo como traductor (con limitaciones, porque no domino el italiano como debiera).
Por mi parte, sólo puedo ofrecer toda la colaboración que me sea posible, dentro de mis límites, así como la escasa bibliografía de que dispongo. Afirmo sinceramente que será un gustazo hacerlo, visto lo que puede salir de ese trabajo sobre la fascinante mujer saharaui.
Aprender del colonizado, superando los moldes de la colonización que nuestro país hizo tan mal: me parece todo un desafío para una mujer española debidamente preparada en metodología de análisis social. Tanto mejor si esa tarea la hace una saharaui. Pero quizá sea mejor que venga de fuera del cuerpo social existente en el Sáhara Occidental, por la perspectiva que de él se tiene contemplándolo desde otra realidad. O más bien de "vosotras", mujeres del Estado español. ¿Quién se anima a ello? Materia hay... Pero se necesita tener una capacitación siquiera semejante a la de las francesas Christiane Perregaux (Gulili) y Sophie CARATINI (Les Rgaybât). Que es muy alta. Algo semejante a nuestro gran Caro Baroja, pero en femenino. ¡Ánimo, mujeres, y a la tarea!
Fernando GUIJARRO ARCAS
2 Este tipo de documentación se limita a meras citas en el interior de otros trabajos. Más rico en interés resulta cuando se encuentra en publicaciones periódicas del Sáhara y "La Rea-li-dad", editado en el Sáhara Occidental en el periodo colonial.
3 Muchos de los documentos españoles son aún inaccesibles para el público, salvo los que proceden de fin de siglo o pri-me-ros de 1900; éstos se encuentran depositados en el Archivo General de la Administración Civil del Estado en Alcalá de He-na-res. Existe un Inventario Topográfico de los Fondos del Ex-tin-guido Gobierno Español del Territorio de Ifni, del cual sólo puede consultarse el índice. Más accesible es la consulta del material español de la época precolonial, y de los franceses (véanse las notas sucesivas).
4 Dicha investigación fue presentada durante un seminario de la Fundación, en el curso del cual se discutió acerca del método seguido durante la misma (véase dossier Sul metodo: Per una alternativa Fondazione Internazionale Lelio Basso, Roma 1987). Trabajar sobre el pueblo saharaui es una conse-cuencia lógica del trabajo ya realizado por el Tribunale dei Popoli sobre el tema del Sáhara Occidental, en su primera sesión (Bruselas, 10-11 noviembre 1979) y en el Convenio de Estudios promovidos por la Fondazione en colaboración con el Centro Cabral y mantenido en Bologna el 15-16 noviembre 1984 (véase Cahier nº IV de la Fondazione Internazionale: La question saharauie: un problème historique-polítique).
5 Existen numerosas referencias a las continuas relaciones entre los canarios y el Sáhara Occidental, así como sobre los intereses españoles que relacionan ambos territorios. Citaremos algunos: véase Conferencia dada por el Señor don Julio Cervera en la Reunión Ordinaria del 2 nov. 1886, Sociedad Geográfica de Madrid, Madrid 1887, tomo XXII págs. 10-14; D.F. de Reynoso: África Española: Sáhara Español, Real Sociedad Geográfica, Ma-drid 1904, págs. 473-480; D. Saavedra y Magdalena: En el África Occidental (Río de Oro y Guinea), Madrid 1919, pág. 46; F.G. Montaner: Notas sobre el Sáhara Español, Real Sociedad Geográ-fica, Ma-drid 1931, pág. 243; D.L. Lozano Rey: Notas sobre una Excursión científica a la Costa de África, Real Sociedad Geo-grá-fica, Ma-drid 1935, págs. 224-230; L. de Gentil: Les Espag-nols sur la Côte d'Afrique au XVe et XVIe siècles, Bulletin du Comité de l'Afrique Française nº 46, 1936, págs. 556-558; A. Rumeu de Armas: España en el África Atlántica, Instituto de Estu-dios Africanos, Consejo Superior de Investigaciones Cientí-ficas, Madrid 1956, págs. 42-48, 26-32; Las Minorías en la His-toria de Canarias, VII Coloquio de Historia Canario-America-na, Las Palmas de Gran Canaria, octubre 1987; L.A. Anaya Hernández: Nuevas aportaciones a la Historia de la Piratería Norteafricana en Canarias Orientales (en curso de edición); Archivos del Arzo-bis-pado de Las Palmas, Biblioteca del Museo de Colón, (son los que recogen el proceso seguido contra los renegados por parte de la Inquisición y los procesos seguidos para el rescate de los prisioneros por parte canaria y parte saharaui).
6 Nos hemos visto obligados a excluir de nuestra investiga-ción a los militares profesionales y a aquellos funcionarios que aún mantienen en la actualidad contactos oficiales con el Gobierno español, porque rechazaron ser entrevistados.
7 Véase P. Valenzi, M. Watchel: Mémoires juives. Collection Archives, Gallimard-Julliard, París 1985.
8 Para la población saharaui, es difícil hablar de la existencia de una verdadera sedentarización urbana desde un punto de vista estrictamente numérico, sino más bien debe indicarse cierta tasa de urbanización, como indicio de nuevos modelos de comportamiento y nuevos conflictos. Véase Resumen estadístico del Sáhara Español, Instituto de Estudios Africa-nos, CSIC, Madrid 1970; Censo de 1974, Gobierno General del Sáhara, Servicio de Registro de la Población, Madrid 1975; M. Barbier: La population du Sahara Occidentale d'après le recen-sement de 1974, en "Le mois en Afrique" nº 233-234, juin-juillet 1985, págs, 77-80, 97-112.
9 La bibliografía sobre la mujer saharaui es amplísima, así como sobre la mujer norteafricana en general, y sus problemas de desarrollo. Véase J. Cervera, op. cit., pág. 210; D. Saave-dra y Magdalena, op. cit., pág. 210; A. Ramos - Charco - Vilase-ñor: Del Sáhara Español y Río de Oro, Toledo 1935, págs. 111-114; D.L. Lozano Rey, op. cit., pág. 210; D. Galo Bullón Díaz: Notas sobre geografía humana de Ifni y del Sáhara, Madrid 1944-45, pág. 47; J. Caro Baroja: Estudios saharianos, Madrid 1955, págs. 132, 165, 198-200; A. Gaudio: Apuntes para un estu-dio sobre los aspectos etnológicos del Sáhara Occidental, Cua-dernos de estudios africanos nº 17, Madrid 1952, pág. 62; J. P. Charre: Les Reguibat Lguacem: Système juridique et social, "Revue de Géographie Alpine", París 1966; O. de Puigadeu: Arts et coutumes des Maures, Hesperis Tamuda, vol. XIII, Rabat 1972, págs. 183 y siguientes; V. Mahler: Women and social change in Morocco y S. el-Messiri: Self images ot traditional Urban Women, en Women in the Muslim World, Cambridge, Mass. 1978; G. el Khayat, Le monde arabe féminin, París 1985, págs. 121-152; K. Elaroussi: Pratique du mariage au Maroc, "Le mois en Afri-que" nº 251-252, París diciembre 1986, págs. 121-135; Women and National Developpement: the complexities of change, Wellesley ed. Committee, Chicago 1977.
10 Véase Documentos del Congreso de la Unión Nacional de la Mujer Saharaui (UNMS), en "Sáhara Libre" nº 240-241, abril 1985.
11 Véase "La Realidad" nº 3, 23, 26. Sáhara, septiembre 1985.
12 En apoyo de esta diferencia, véase: J. Caro Baroja, op. cit.; O. de Puigadeu, op. cit.; Hesperis Tamuda, vol. VII, IX, XI, XII, XVI, Rabat 1967, 1968, 1970, 1972, 1975; A. Coll: Villa Cisneros, Madrid 1933, págs. 111-187; M. Mulero Clemente: Los territorios españoles del Sáhara y sus grupos nómadas, Sáhara 1945, págs. 95-442; A. Doménech Lafuente: Sáhara Espa-ñol: del vivir nómada de las tribus, Cuadernos de Estudios Africanos nº 21, Madrid 1953, págs. 31-43; J. Caro Baroja: Una visión etnológica del Sáhara Occidental, Archivo de estudios africanos nº 28, Madrid 1954, págs. 67-80; El Sáhara como unidad autóctona, Dirección General de Promoción del Sáhara e Instituto de Estudios Africanos, Madrid 1975; R. Santamaría, Poesía, canto y danzas en el desierto, Africa nº 380, págs. 23-24, Madrid 1973; Antiguas tradiciones del desierto: la baraka, Africa nº 383, págs. 25-26, Madrid 1973; Sáhara: algo sobre costumbres del desierto, Africa nº 384, págs. 19-20, Madrid 1973.
1 3 Inexacto. Una vez más, las costumbres saharauis eran bien poco conocidas por los españoles sedentarizados (n. del traductor).
14 Una vez más, inexacto. Practican el llamado "Islam del viajero", formas mucho menos estrictas, pero que están previs-tas así en el Corán. (n. del tr.)