El futuro del Sahara Occidental
Stephen Zunes
Traducción: M.Limam Mohamed Ali
ORIGINAL:
The Future of Western Sahara,
Stephen Zunes, July 20, 2007, Foreign Policy In Focus (FPIF)
El continuo rechazo de Marruecos a permitir el referéndum
patrocinado por las Naciones Unidas y previsto desde hace mucho tiempo
sobre el destino del Sahara Occidental, unido a una campaña de
resistencia pacífica creciente en los territorios ocupados
contra las autoridades de ocupación marroquíes, ha
llevado a Marruecos a proponer la concesión de un estatus
de autonomía especial para la antigua colonia
española
dentro del Reino.
El Reino de Marruecos, que contó con el generoso
suministro de armamento de fabricación norteamericana,
invadió el país del que gran parte es desierto - a
la sazón conocido como Sahara Español-, hace más
de tres décadas. Ha controlado gran parte del territorio desde
entonces. Más de 75 países han reconocido el gobierno en
el exilio del Sahara Occidental, dirigido por el nacionalista Frente
POLISARIO, y es miembro de pleno derecho de la Unión Africana.
Una serie de resoluciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea
General de las Naciones Unidas, además del famoso Dictamen del
Tribunal Internacional de Justicia, han reconocido el derecho del
pueblo saharaui a la autodeterminación. Sin embargo,
Francia y Estados Unidos han impedido que el Consejo de Seguridad haga
respetar sus resoluciones. Ambos países parten de su
concepción de que hay una necesidad de fortalecer la
Monarquía marroquí, a la que se consideró como
baluarte contra el comunismo y el nacionalismo árabe radical
durante la guerra fría y, en los últimos
años, un aliado muy importante en la lucha contra el extremismo
islamista.
El conflicto que continúa entre Marruecos y los nacionalistas
del Sahara Occidental, dirigidos por el Frente POLISARIO, ha
acarreado enormes sufrimientos al pueblo saharaui, más de la
mitad del mismo vive en campamentos de refugiados en la vecina Argelia.
Ha lisiado seriamente los esfuerzos para avanzar hacia una
cooperación económica y estratégica entre los
países del Magreb, que tanto se echa en falta, ya
que afrontan los desafíos económicos y la
proliferación de la militancia islamista.
La administración de Bush y líderes congresistas de ambos
partidos han apoyado con entusiasmo el plan de autonomía
marroquí como un medio para lograr zanjar el conflicto.
Pero el plan de autonomía marroquí no
consigue alcanzar lo mínimo que se requiere para brindar una
solución pacífica al conflicto. Además, busca
sentar un peligroso precedente al amenazar los propios fundamentos del
régimen jurídico internacional post- Segunda Guerra
Mundial.
El plan de “autonomía” marroquí
El plan de autonomía se basa en el supuesto que el Sahara
Occidental es parte de Marruecos, una aseveración que ha sido
rechazada frontalmente por las Naciones Unidas, el TIJ, la Unión
Africana y un amplio consenso sobre el Dictamen jurídico
internacional. Aceptar el plan de autonomía de Marruecos
significaría que, por vez primera desde la fundación de
las Naciones Unidas y la ratificación de su Carta hace
más de sesenta años, la Comunidad Internacional
estaría aprobando la expansión del territorio de un
país por la fuerza militar, y de ese modo se estaría
sentando un peligroso y desestabilizador precedente.
Si el pueblo del Sahara Occidental aceptara un acuerdo de
autonomía sobre la independencia como resultado de un
referéndum libre y justo, constituiría un legítimo
acto de autodeterminación. Sin embargo, Marruecos ha declarado
explícitamente que su propuesta de autonomía “descarta,
por definición, la posibilidad de que la opción de
independencia sea presentada” al pueblo del Sahara Occidental, cuya
inmensa mayoría -de acuerdo con observadores internacionales
entendidos en el asunto- apoya categóricamente la independencia.
Dejando el Derecho Internacional de lado, seguiría habiendo
también una serie de problemas prácticos en lo que
respecta a la propuesta marroquí. Por ejemplo, los estados
autoritarios centralizados rara vez han respetado la autonomía
de las jurisdicciones regionales, lo que a llevado en la mayoría
de los casos a conflictos violentos. En 1952 las Naciones Unidas
concedieron al protectorado británico (y antigua colonia
italiana,) de Eritrea un estatus de autonomía federado con
Etiopía. Sin embargo, en 1961 el emperador de Etiopía
revocó el estatus de autonomía de Eritrea
anexionándola como la provincia decimocuarta de su imperio. El
resultado fue 30 años de lucha sangrientos por la independencia
y las posteriores guerras para delimitar las fronteras entre los dos
países.
De modo parecido, la decisión del líder serbio Slobodan
Milosevic de revocar el estatus de autonomía de Kosovo en 1989
llevó a una década de represión y resistencia, que
culminó con una guerra de la OTAN contra Yugoslavia en 1999.
Además, en la propuesta no se incluyen mecanismos para que se
cumplan las leyes, y Marruecos tiene un historial de incumplimientos de
los compromisos contraídos con la Comunidad Internacional en lo
que respecta el referéndum para el Sahara Occidental, bajo el
mandato de las Naciones Unidas, y en lo referente a sus obligaciones,
que se fundamentan en el acuerdo de cese el fuego que lleva
dieciséis años. En efecto, una lectura minuciosa de la
propuesta lleva a formular preguntas como cuánta
autonomía se va a ofrecer al principio en aspectos tales como el
control de los recursos naturales del Sahara Occidental y el
respeto de la ley (más allá de la jurisdicción
local). Así, la propuesta parece indicar que todos los poderes
no conferidos específicamente a la región autónoma
continuarían dentro del Reino. En efecto, ya que al rey de
Marruecos se le confiere una autoridad absoluta según el
articulo 19 de la Constitución marroquí, la insistencia
de la propuesta marroquí de que el Estado marroquí
“conservaría sus poderes en los dominios reales, sobre todo con
respecto a defensa, relaciones exteriores, y las prerrogativas
constitucionales y religiosas de Su Majestad” parece ofrecer al monarca
una considerable libertad de interpretación.
En cualquier caso, es poco probable que el pueblo del Sahara Occidental
se decante más por la autonomía que por la independencia.
No solamente porque desde hace años se ha involucrado en
protestas pro independentistas que le hace estar expuesto a arrestos
colectivos, palizas, torturas y asesinatos extrajudiciales. Las razones
que pudieran hacernos esperar que Marruecos vaya a cambiar su modo de
actuar bajo la “autonomía”, son ínfimas.
Los EE.UU. defienden la propuesta marroquí.
A pesar de todos estos serios problemas con la propuesta
marroquí, la Administración Bush y los líderes
congresistas de ambos partidos se han precipitado en intentar
legitimar lo que no es más que una ilegal anexión de un
país por otro. El Subsecretario de Estado Adjunto de los EE.UU.
para Asuntos Políticos Nicolas Burns la calificó de
“propuesta seria y creíble para asegurar una autonomía
auténtica para el Sahara Occidental”, una
afirmación que volvió
a subrayar ante el Comité de
Relaciones Internacionales del Congreso de los EE.UU. el Secretario de
Estado Adjunto para los Asuntos de Próximo Oriente, David Welch.
Aunque los bien organizados campamentos de refugiados están en
gran medida desmilitarizados e incluso durante los 16 años
de lucha armada contra Marruecos el POLISARIO jamás se
involucró en actos terrorista, Welch advirtió en el
transcurso de su declaración de que los campamentos presentan “
potencialmente un tentador y seguro refugio para los planes o
actividades terrroristas”.
Los líderes congresistas de ambos partidos parecen que se
están alineando con los partidarios de la línea dura
dentro de la Administración. El congresista Tom Lantos por
California, a quien los demócratas han elegido para presidir el
Comité de Relaciones Internacionales del Congreso, aludió
a la propuesta marroquí como “razonable y realista” y
apeló al POLISARIO a aceptarla. A él se le sumaron otros
172 miembros del Congreso, que firmaron una carta en la que declaraban
que es “una oportunidad para un gran avance” y “un marco realista para
una solución política”. Dada la generalizada
oposición dentro de la Comunidad Internacional a legitimar el
acto de agresión de Marruecos, la carta concluye instando al
Presidente Bush a que “abrace esta prometedora iniciativa
marroquí para que reciba la consideración necesaria
que le asegure la aceptación internacional ” .
El Congresista Gary Ackerman, a quien los demócratas han elegido
para que sea el Presidente del Subcomité de Oriente Medio, fue
quien se encargó de redactar la carta y de hacerla
circular. Otros líderes demócratas se sumaron a su
Dirección en política exterior en apoyar el derecho de
Marruecos de conquistar, incluyendo el líder de la
Mayoría en el Congreso y Presidente del Comité Directivo
demócrata, Rahm Emmanuel. Destacados republicanos suscribieron
la carta incluyendo el líder de la Minoría [en el
Congreso] John Boehner, el congresista republicano Whip Roy Blunt, y el
antiguo Presidente de la Cámara de Representantes Dennos
Hastert. De hecho, más de 80 de los
firmantes, o son presidentes
de comités, o miembros de alto rango dentro de comités
claves, subcomités y líderes electos de la Cámara
de Representantes de los EE.UU., otro indicio más en esta
época post-Guerra Fría del creciente esfuerzo de ambos
partidos por socavar el consolidado principio al derecho de
autodeterminación.
Responsables de la antigua Administración Clinton han
intervenido también en apoyo a la opinión de que el
pueblo del Sahara Occidental debería renunciar a su
reivindicación ampliamente reconocida a la independencia y, en
lugar de ello, aceptase la tutela de la autocrática
monarquía marroquí. La antigua Secretaria de Estado,
Madeleine Albright, en una carta abierta dirigida al Presidente Bush,
le animaba también a apoyar el plan marroquí, el cual
según
alegaba da “al pueblo del Sahara Occidental una voz
auténtica en su futuro a través de los beneficios de la
autonomía plena que, como la presenta Marruecos, podría
permitir que se alcanzase una solución política
creíble.” La carta fue suscrita por un gran número de
prominentes demócratas.
Tergiversar los hechos
Destacados demócratas se han sumado a la administración
Bush en tergiversar los hechos del conflicto. Por ejemplo, los
supervisores de las Naciones Unidas informan que el POLISARIO ha
respetado escrupulosamente su acuerdo de cese al fuego de 1991 con
Marruecos a pesar del rechazo de Marruecos a respetar su compromiso
recíproco de permitir que tenga lugar la
celebración de un referéndum sobre la
independencia. Sin embargo, Lantos
ha insistido en que “la paz ha sido
sumariamente rechazada por los rebeldes del Frente POLISARIO a favor
de…unas emboscadas de guerrillas.” El portavoz del jefe de
política exterior demócrata del Congreso también
acusa al POLISARIO de forzar a la mayor parte de la población
saharaui a vivir en unos “campamentos de refugiados áridos”,
ignorando que están viviendo en estos campamentos como resultado
directo de la represión marroquí.
A pesar de los informes bien documentados de Amnistía
Internacional, Human
Rights Watch, y otros acreditados grupos de
derechos humanos que siguen de cerca la situación en los
territorios ocupados, que reflejan que las expresiones de apoyo a la
autodeterminación en público se reprimen rutinariamente,
Lantos también ha expresado su confianza en que “Marruecos no
haría nada que pudiera reprimir el debate entre el pueblo del
Sahara Occidental.”
El Embajador del Presidente Clinton ante Marruecos Frederik Vreeland
afirmó falsamente, en una columna de la destacada op-ed* del The
New York Times en la que respaldaba el plan de autonomía de
Marruecos en marzo pasado, que el Frente POLISARIO, que ha dirigido el
movimiento de independencia del Sahara Occidental desde que el
territorio estaba bajo el control español, era una
creación de Argelia para anticipar sus propias reivindicaciones
irredentistas. En realidad, el POLISARIO surgió como
resultado de los movimientos anticolonialistas precursores que preceden
con suficiente antelación al advenimiento del Estado argelino
independiente y solamente empezó a recibir asistencia argelina
sustancial tras la conquista de Marruecos en 1975.
Vreeland también afirmó que los campamentos de refugiados
administrados por el POLISARIO son campos de reclutamiento potenciales
para Al Qaida y otros extremistas islamistas. En realidad, el Frente
POLISARIO es una organización nacionalista secular, los
saharauis tienden a profesar una interpretación del Islam
relativamente liberal, y el Gobierno argelino- que acaba de salir de
una guerra muy reñida contra los insurgentes islamistas-,
sin lugar a dudas adoptaría medidas severas contra, incluso,
cualquier insinuación de actividades terroristas dentro de su
propio territorio. En efecto, no ha habido informes creíbles que
probaran la existencia de actividades islamistas radicales por
parte de los centenares de funcionarios de las Naciones Unidas,
estudiosos y cooperantes- incluyendo los grupos de cristianos
evangelistas de EE.UU.-, que han pasado tiempo en los campamentos.
Tampoco un Sahara Occidental independiente, dotado con recursos
naturales generosos y gobernado por una Dirección del Frente
POLISARIO cada vez más prooccidental, constituiría un
“estado independiente débil” que “probablemente se mute en uno
controlado por terroristas”, según la predicción de
mal agüero que hacía el Embajador Vreeland en su
artículo.
Curiosamente, The New York Times rechazó publicar
cualquiera de los op-ed* presentados en las
semanas posteriores por un
número de acreditados estudiosos del Norte de África
refutando las afirmaciones de Vreeland o las fundamentadas objeciones
sobre el plan de autonomía de Marruecos. Tampoco el
periódico se molestó en señalar que el Embajador
Vreeland actualmente ejerce como presidente de una
compañía de energía que tiene contratos con el
Gobierno marroquí para el desarrollo de los recursos
energéticos en [la parte] ocupada del Sahara Occidental.
Otros antiguos responsables han tenido que ser más abiertos
sobre sus afiliaciones. El antiguo congresista por Connecticut Toby
Mofet, que ha cabildeado a sus compañeros demócratas
para
respaldar el plan marroquí amenazando con que se
incrementaría el espectro de la amenaza creciente de Al Qaida en
el Norte de África de no ser aceptado, ha tenido que registrarse
como un agente que presta sus servicios a un gobierno extranjero y en
nombre de la Monarquía marroquí. Por el lado republicano,
el antiguo presidente del Partido Republicano en Florida Alberto
Cárdenas, que copresidió la campaña de las
reelecciones de 2004, también fue contratado por los
marroquíes.
Las implicaciones del apoyo de EE.UU.
Apoyar el plan de autonomía de Marruecos para el Sahara
Occidental es un indicio de un creciente rechazo de ambos partidos por
las normas jurídicas internacionales que han guiado las
relaciones internacionales desde finales de la Segunda Guerra Mundial.
En esa época, cuando los victoriosos aliados acordaron que
jamás permitirían de nuevo que un ejército invasor
conquiste a otro pueblo sin que haya una respuesta colectiva. Mientras
unos han intentado culpar el apoyo, de ambos partidos, del Congreso, a
los esfuerzos de Israel de anexionar Jerusalén Este, los Altos
del Golán y partes de Cisjordania como consecuencia del
presunto poder del “lobby judío”, el fuerte apoyo, de ambos
partidos, del Congreso, a la anexión del Sahara Occidental por
el Reino árabe de Marruecos demuestra que miembros del Congreso
están dispuestos totalmente hoy en día a ayudar a las
conquistas ilegales de los aliados de los EE.UU. a sus vecinos
más débiles, incluso sin una presión aparente de
una minoría étnica bien organizada.
Irónicamente, la mayoría de los diputados que formaban
parte del Congreso en 1991 y que han dejado constancia en
público de buscar legitimar la agresión de Marruecos
contra el Sahara Occidental, habían votado a favor de que se
autorizara la Guerra del Golfo, alegando que la agresión de Irak
contra Kuwait era tan atroz que justificaba una respuesta militar
masiva.
La mayoría de los partidarios del plan de autonomía de
Marruecos desmienten que estén legitimando una agresión.
Sostienen que se ha de alcanzar una clase de compromiso, o “tercera
vía”, entre la independencia del Sahara Occidental y la
integración en Marruecos, que sería necesario para
solucionar el conflicto y que ese enfoque de que “el vencedor se
quedaría con todo” no es viable. Alentar semejante compromiso e
intentar encontrar una situación en la que todos salen ganando
es, sin lugar a dudas, la senda preferible para alcanzar un arreglo
pacífico y definitivo para los conflictos étnicos y para
muchos litigios internacionales. Sin embargo, el Sahara Occidental es
un claro ejemplo de autodeterminación para un pueblo que lucha
contra una ocupación militar foránea. El Frente POLISARIO
ya ha ofrecido garantías para proteger los intereses
estratégicos y económicos de Marruecos si se le
permitiera la independencia total. Insistir en que el pueblo saharaui
deba renunciar a su derecho moral y legítimo a una
autodeterminación genuina no es, por consiguiente, una receta
para la solución del conflicto, sino que daría lugar a un
conflicto mucho más serio en el futuro.
La irresolución del conflicto no es el resultado de la falta de
voluntad del POLISARIO para alcanzar un compromiso. Más bien,
representa el fracaso del Consejo de Seguridad- como consecuencia de
las amenazas del veto francés y norteamericano-, para colocar el
asunto del Sahara Occidental bajo el Capítulo VII de la Carta de
las Naciones Unidas. Tal acción daría a la Comunidad
Internacional el poder necesario para imponer sanciones u otras medidas
apropiadas para forzar al régimen marroquí a acatar los
mandatos de las Naciones Unidas, de los que ha hecho caso omiso hasta
ahora gracias a sus amigos en París y Washington.
En el caso análogo de Timor Oriental, solamente tras la
presión ejercida por organizaciones humanitarias, grupos
eclesiásticos y otros activistas se obligó al Gobierno de
los EE.UU. para que dejase de apoyar la ocupación de Indonesia.
Finalmente Yakarta estuvo dispuesta a ofrecer un referéndum que
dio a los timorenses su derecho a la autodeterminación. Lo que
realmente se echaría en falta sería poder llevar unas
campañas a nivel de base en los EE.UU. para asegurar que cumplan
con sus obligaciones legales a nivel internacional y presionen a
Marruecos para que permita al pueblo del Sahara Occidental decidir
sobre su propio destino.
* Op-ed n: PRENSA [anuncio] frente o contiguo a la
página
editorial; se trata de la forma abreviada de opposite editorial
Stephen Zunes es profesor de Política en la Universidad de San
Francisco y redactor jefe de Oriente Medio/Norte de África de la
revista Foreign Policy in Focus.Es autor de Tinderbox: U.S. Middle East
Policy and the Roots of Terrorism (Zed Press, 2003) y del
próximo libro, escrito conjuntamente con Jacob Mundy, Western
Sahara: Nationalist and Conflict Irresolution in Northwest Africa
(Syracuse University Press) [sic].
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