Opinion Independiente: La conjura magrebí de Elliot Abrahams
por CLAYTON E. SWISHER, Comentarista de Opinion Independiente de United Press International
[traduccion de: UPI Outside View: «Elliot Abrams' Maghreb plot», April 13, 2007 By CLAYTON E. SWISHER ]
Washington, 13 de abril de 2007 (UPI).- Mientras los
escombros de los atentados terroristas de la recién formada
filial de Al-Qaida en el Magreb siguen ardiendo en el corazón de
la capital argelina, otro ataque se avecina [esta vez], en el frente
diplomático.
Elliot Abrahams, el Consejero Nacional Adjunto de Seguridad para la
estrategia de la democracia global, está sembrando nuevamente
las semillas de un conflicto en Oriente Medio. Esta vez es en el
disputado Sahara Occidental, bajo el control marroquí que
siguió a la culminación del dominio colonial
español en 1975.
Tras ser marginado de la arena [política del conflicto]
Árabe-israelí, debido a que éste actualmente se
halla bajo la esfera de influencia exclusivamente de la Secretaria de
Estado Condoleezza Rice y su Departamento de Estado, Abrahams
está sacando libremente la anilla de la granada que en breve
podría hacer estallar el Norte de África.
Está a punto de conseguir un cambio a fondo de la
política de los Estados Unidos que haría que Washington
respalde la imposición unilateral marroquí de lo que se
ha dado en llamar Iniciativa para el Sahara Occidental, o plan de
autonomía para la población autóctona del
Sahara Occidental.
Los responsables estadounidenses, que se hallaban distraídos por
la presión de otras conflagraciones regionales, vieron al
principio la intromisión de Abrams como un pequeño precio
que habría que pagar para mantenerle alejado del dominio
árabe-israelí. Apenas llegaron a prestar atención
a los pequeños ajustes que llegó a hacer con una nueva
estrategia para el Sahara Occidental, una idea embrionaria que fue
abrazada por el Embajador saliente de los Estados Unidos ante las
Naciones Unidas John Bolton (quien llegó a amenazar con retirar
la misión de mantenimiento de la paz en el Sahara Occidental,
que se ha vuelto costosa con el decurso del tiempo y en ausencia de un
arreglo satisfactorio).
Los burócratas del Gobierno de los Estados Unidos, en gran
medida indiferentes, se vieron desvelados esta semana por los atentados
terroristas de Argelia. Los Estados Unidos y los funcionarios
gubernamentales al frente de la lucha antiterrorista comenzaron
inmediatamente a escudriñar la nueva estrategia de Abrams para
el Sahara Occidental para salir del temor que supone la
percepción de que los Estados Unidos está tomando partido
por Marruecos, lo que supondría dar al traste con la Iniciativa
Contra-Terrorismo Transahariano de Estados Unidos -Argelia y
socavaría cualquier colaboración más íntima
en el sector energético. En un momento en que la presencia de
Al-Qaida conoce un crecimiento exponencial y los yihadistas argelinos
acuden en masa a Irak, el Gobierno de los Estados Unidos necesita
más a Argelia que prestarle un servicio a Marruecos.
Argelia lleva prestando, desde hace mucho tiempo, su apoyo
político, financiero y militar a los habitantes del Sahara
Occidental, representados por el nacionalista Frente POLISARIO. La
mayoría de los partidarios del POLISARIO viven en Tinduf, un
sórdido campamento de refugiados en el lado de la frontera
próximo a Argelia. La posibilidad de una nueva
inclinación por parte de los Estados Unidos hacia
Marruecos, pondría en riesgo que se socave el
frágil cese al fuego que supervisan las fuerzas de mantenimiento
de la paz de las Naciones Unidas desde 1991, y solamente
contribuiría a añadir mayor volatilidad a la ya de por si
desestabilizada región. En efecto, el asunto del Sahara
Occidental golpea los nervios más sensibles de la enemistad
recíproca de ambos, marroquíes y argelinos, avivando las
ascuas del nacionalismo de cada uno de ellos.
Para empeorar más las cosas, este provocador cambio en la
posición de los EE.UU. solo contribuiría a aislar aun
más a los EE.UU. del resto de la Comunidad Internacional (aparte
de Francia y España que, como partes implicadas, mantienen
su negativa postcolonial). Además, algunos miembros de las
Naciones Unidas apoyan el [Dictamen del] Tribunal Internacional
de Justicia de 1975 que preconiza la celebración de un
referéndum, en el que deberían participar todos los
habitantes del Sahara Occidental, para determinar la soberanía
del mismo. La nueva política de Abrams que favorece Marruecos
sería, tanto una ruptura con las posiciones tradicionales de los
EE.UU. que fueron expresadas en las Naciones Unidas (el personal
de las Naciones Unidas en Nueva York involucrado está perplejo),
como con los esfuerzos anteriores desplegados por el antiguo Enviado de
las Naciones Unidas para el Sahara Occidental James A. Baker, coautor
de otro documento del que ha hecho caso omiso Abrams: el Informe
Baker-Hamilton.
En un comunicado hecho público el 10 de abril por la
Oficina del Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, R.
Nicholas Burns, se elogiaba a la Iniciativa para el Sahara Occidental,
un documento de cuatro páginas que formalmente fue entregado el
11 de abril tras la visita de una delegación marroquí a
las Naciones Unidas.
Usando una terminología casi del léxico del
neoconservador Abrams, el comunicado acogió la Iniciativa de
Marruecos para el Sahara Occidental como “una propuesta seria y
creíble que asegura una autonomía real para el Sahara
Occidental”, añadiendo que el POLISARIO, apoyado por Argelia,
debería entrar con Maruecos “en negociaciones directas, sin
condiciones previas” y que los EE.UU. “ dan la bienvenida a todos los
esfuerzos encaminados a encontrar una solución realista y viable
para este antiguo conflicto”.
Aunque la declaración no llega a refrendar la autonomía
para el Sahara Occidental como la mejor opción para una
solución global, diluye los derechos del pueblo saharaui bajo el
Derecho Internacional al instar a buscar una salida “realista” y
“viable” mediante posiciones de hechos consumados, que es precisamente
la táctica empleada por Abrams contra los palestinos, cuya mejor
prueba está en las cartas que ayudó a redactar
entre el Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush y el Primer
Ministro israelí, Ariel Sharon en abril de 2004 (“a la luz de la
nueva realidad sobre el terreno… es poco realista esperar que el
resultado de las negociaciones sobre el estatuto final sea una vuelta
completa y definitiva a las líneas del armisticio”).
Pero, ¿Por qué favorecer a Marruecos? Para empezar,
Abrams es alguien especialmente muy próximo a sus líderes
lo que es sumamente importante en una región en la
que no le se ve con muy buenos ojos. Añádase que
Marruecos está muy bien considerado por muchos en el Gobierno de
los EE.UU., ahora al ver a la región en términos de
“moderados” frente a “extremistas”, por estar firmemente arraigado en
lo que se ha dado en llamar bando moderado y un modelo de cambios
democráticos.
Marruecos es uno de los pocos países árabes que mantienen
estrechas relaciones con Israel (el difunto Rey Hasan II de Marruecos
estuvo entre los primeros que establecieron relaciones encubiertas con
Israel; ayudó en ultima instancia a llevar a los egipcios a Camp
David en 1978).Marruecos también cuenta con un vasto programa de
inteligencia que comparte con Ios israelíes. Marruecos
acogió a muchos responsables israelíes, incluso cuando la
violencia llegó a alcanzar su punto más álgido
durante la segunda Intifada. Sin embargo, la Monarquía
marroquí sigue conservando su titulo como “Guardián de
Jerusalén del Mundo Islámico” a través de la
Organización de los Países
Islámicos.
Las bases operativas de la Iniciativa para el Sahara Occidental -usando
la autonomía como punto de partida para las negociaciones, en
lugar de resultado final de un proceso de paz-, no satisfizo la
eterna reivindicación del independentista Frente POLISARIO de un
referéndum de autodeterminación. Algunos responsables
gubernamentales norteamericanos degustaron una pequeña victoria
al forzar, como mínimo, a Abrams a echarse para atrás en
el apoyo categórico de los EE.UU. a la Iniciativa
marroquí para el Sahara Occidental.
La política de los EE.UU. llevada adelante por parte de Abrams
consistía en refrendar unas negociaciones sin condiciones
previas entre Marruecos y el POLISARIO con la Iniciativa para el Sahara
Occidental como base para las mismas -algo que de entrada el POLISARIO
había rechazado-. Los EE.UU. darían al POLISARIO un
periodo de 60 días; durante este tiempo tendrían que
empezar a negociar tomando como base para las conversaciones la
Iniciativa para el Sahara Occidental. De no ser así, los EE.UU.
se moverían para apoyar a Marruecos y a su
imposición unilateral, la Iniciativa para el Sahara Occidental,
y apoyarle en los foros internacionales (aunque para conseguir que el
Consejo de Seguridad llegue a aprobar la anexión de Marruecos
habría que librar una ardua batalla por ello, al haber algunos
países que están dando su apoyo a la lucha del POLISARIO,
mientras que otros en el Mundo Árabe y en Europa toman partido
por Marruecos).
¿Necesitaríamos realmente que Abrams o la
Administración de Bush alteren otro statu quo? ¿Para
qué queremos ser como uno elefante en unas cristalerías
si podemos dejar de machacarlo [Sahara Occidental]?.
Clayton E. Swisher es director de programas en el Instituto de Oriente Medio en Washington.